Opinión
Escuchar a Pedro Sánchez diciendo: "Esto no va de mí" -idea que ha vuelto a reiterar en la última de sus lúgubres comparecencias- tras conocerse el informe de la UCO sobre la trama organizada por Santos Cerdán, número dos del PSOE, para cobrar comisiones instaló a media España en la perplejidad.
Parece mentira que más de cuatro décadas después de las primeras elecciones democráticas en España, la contratación de obra pública siga siendo un foco constante de corrupción.
Pedro Sánchez ha comparecido. Y eso, en la España de 2025, ya es noticia. Pero no se equivoquen: no ha dicho nada. Ha hecho lo que mejor sabe hacer, lo que lleva años perfeccionando: posar, victimizarse, desviar. Ha salido, no para dar explicaciones sobre la podredumbre que corroe su partido, sino para recitar otro monólogo de autocompasión, revestirse de falsa solemnidad institucional y repartir culpas.
¿Irse?¿Convocar elecciones anticipadas? Al menos ¿aceptar una cuestión de confianza?¿Remodelación gubernamental?¿Separar de la dirección del PSOE a responsables gubernamentales, como María Jesús Montero? Nada de eso.
Dos sombras negras planean sobre el futuro de Sánchez. Una es la presunta financiación ilegal del PSOE, ya apuntada a modo de "indicios reforzados" en el informe de la UCO (Guardia Civil) que ha puesto al Gobierno contra las cuerdas.
No es un secreto que los ladrones sienten una insuperable atracción por el dinero, pero lo que termina de fascinarles es que allí donde esté no se halle ni bien protegido ni bien guardado.
Si no lo sabían es porque se negaban a saberlo, y aún peor, su único objetivo durante todo este tiempo de atrás, desde aquella pantomima de espantada de Sánchez, no ha sido otro que ocultar la verdad e impedir que los demás lo pudiéramos saber.
La "hybris", el exceso de arrogancia, está en el origen de la indeclinable caída de Pedro Sánchez.
La mentira en la política se ha instalado entre nosotros desde hace tiempo y no hay peor enfermedad social porque con ella desaparece la confianza, se genera una tensión permanente, se desconfía de todos, se sospecha que nada es verdad y la convivencia se hace imposible.
A saber, claro, por dónde saldrá Pedro Sánchez este lunes cuando se reúna con la comisión ejecutiva del PSOE, cuya remodelación -faltaría más-anunció.
El bolsillo de los consumidores vuelve a resentirse: el precio de la electricidad sufrirá un nuevo incremento en las próximas semanas.
La impresión que nos dejó Pedro Sánchez el jueves, en su primera rueda de prensa en más de cuarenta días, forzada por la constatación definitiva de que el 'número tres' del PSOE era un corrupto, fue la de que el presidente no es del todo consciente de un pequeño detalle: que todo ha volado por los aires.
Al fin una buena noticia: la televisión pública ha decidido suspender el programa más hortera e insustancial puesto en antena desde hacía tiempo, y mira que eso es mucho decir, porque entre broncanos, motos y demás, la calidad intelectual de nuestras teles es cuando menos, ejem, mejorable.
Una de las alumnas del colegio de Graz (Austria), donde un joven de 21 asesinó a diez personas antes de suicidarse, se consoló diciendo: "Esta es una historia americana, no austriaca".
Sánchez no asume ninguna responsabilidad política. Ahora que ha trascendido el informe de la UCO con sobrados indicios de las presuntas mordidas de quien hasta ahora venía siendo el secretario de Organización del PSOE, Pedro Sánchez pide disculpas, pero ni dimite, ni asume la responsabilidad política, ni plantea una cuestión de confianza, ni convoca elecciones.
Pedro Sánchez ya no gobierna: se atrinchera. No comparece, no responde, no asume. Solo sobrevive, rodeado de tramas, sumido en el fango de su propio poder y envuelto en el silencio cómplice de un PSOE que ya no representa ni a sus siglas. El caso de Santos Cerdán no es un episodio aislado. Es la enésima mancha en una tela que hace tiempo dejó de ser roja para teñirse de gris oscuro, casi negro, como el estado moral de este Gobierno. Y mientras cae el secretario de Organización, salpicado por un informe de la Guardia Civil por presuntas mordidas, el presidente del Gobierno no mueve un músculo. Nos lanza otra maniobra de distracción: una auditoría. Como quien rocía ambientador en un vertedero.
Lo siento, presidente, pero no puedo creerle. No basta con expresar cinco veces seguidas disculpas a la ciudadanía por la conducta de un militante socialista.
Pocas horas antes, cuando estaba a punto de saberse, lo que ya sabíamos muchos, que el señor Cerdán tenía un gran interés por la ingeniería de caminos, canales y puertos, o más bien, sobre las empresas que los construyen, la mentirosa ministra de Hacienda, y secretaria general del PSOE de Andalucía -o al revés- respondió, ante la pregunta de si apoyaba a Santos Cerdán.
La presidenta del Consejo General del Poder Judicial exige al Gobierno que "cese en su presiones intolerables" sobre los jueces.
Las decisiones equivocadas de un juez, o de un tribunal, pueden arruinar la vida de una persona, razón por la que no sólo es necesaria, sino imprescindible, la crítica razonada a sus actos y a sus resoluciones, crítica a la que también tienen derecho, como parece natural, los perjudicados directamente por ellas.
Cuarenta y cuatro días escondido y en el día cuarenta y cinco se dignó a responder a una ambiciosa pregunta del jefe de la oposición.
Al presidente del Gobierno le pregunta el jefe de la oposición si va a exigir la dimisión del fiscal general del Estado -procesado por el Tribunal Supremo por un presunto delito de revelación de secretos- y no responde y le endosa a la Cámara un balance de gestión en el que se mezcla el aumento de la dotación para becas con lo bien que va la implantación de la fibra óptica.
La muerte, no por esperada menos dolorosa, de José Enrique Serrano, que fue jefe de Gabinete de Felipe González y de Zapatero, evidencia lo que va de 'aquél' partido socialista a este.
En los siete años que lleva Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno han pasado y siguen pasando cosas que no tienen precedentes.