Creo que consta que el aún fiscal general del Estado, Alvaro García Ortiz, ha querido tirar la toalla, marcharse, varias veces en los últimos meses de agonía.
Lo que nació como una medida excepcional para afrontar una emergencia sanitaria se ha convertido, tres años después, en el salvoconducto perfecto para el gasto público discrecional.
Hay etapas en las que un país parece preferir mirar hacia atrás antes que seguir preparando el futuro.
El jueves se celebró en el Senado un debate sobre el estado de la nación en formato de comisión investigadora.
Habrá quien diga que, si uno muestra su extrañeza ante la ausencia clamorosa de Núñez Feijóo reaccionando ante la vergüenza que fue la sesión de la comisión sobre la corrupción en el Senado, lo que está en el fondo es elogiando, por exclusión, el papel jugado por el presidente Sánchez.
En ocasión de despedirse del presidente del Gobierno que le había emplazado a dimitir al trascender una antigua demanda de la Agencia Tributaria posteriormente resuelta el ya ex ministro de Cultura Máximo Huerta que había durado siete días en el cargo contaba tras el encuentro el estupor que le había producido la entrevista.
Ciertamente, todo el conjunto del llamado 'caso Koldo', en el que gentes como Ábalos e incluso, aunque no tan directamente, Santos Cerdán, se ven salpicados hasta empaparse, es una vergüenza.
En España tenemos una larga experiencia sobre la politización del dolor, y su aprovechamiento.
En su afán por controlar la justicia y a los jueces, el ministro Bolaños está tratando de meter a mil jueces por la puerta de atrás y a los fiscales por la gatera.
El todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es más descifrable por lo que calla que por lo que habla.
Los gestos de los tiranos se repiten a lo largo de la historia. Si está a su alcance, acaban con la vida de quienes denuncian sus crímenes y, si han conseguido escapar de sus garras, les condenan a un castigo inicuo: la retirada de la nacionalidad.
Las cosas de la política española son imprevisibles, como se sabe.
Un año han tardado quienes nos gobiernan en ponerse de acuerdo para celebrar un funeral de Estado en memoria de las 229 personas fallecidas en la riada provocada por la dana del 29 de octubre de 2024 en la Comunidad Valenciana.
La mirada retrospectiva al desastre del 29 de octubre deja mucho que lamentar y, al menos en lo referente a la trilogía redentora de la catástrofe (verdad, justicia y reparación), nada que celebrar.
Franco lleva muerto medio siglo. O sea, que ya no vivía cuando todo español menor de 50 nació.
Pues claro que me disgusta la victoria legislativa en Argentina del partido de Javier Milei, que lleva el engañoso título de La Libertad Avanza.
Se atribuye a Abraham Lincoln decir que se podía engañar a muchas personas durante mucho tiempo pero que no se podía engañar a todo el mundo durante todo el tiempo.
El Consejo General del Poder Judicial, un año después de su casi imposible renovación -cinco años de retraso y de incumplimiento constitucional-, ha aprobado cambiar la estructura de sus comisiones con once votos a favor, más el de su presidenta y nueve en contra.
Pocos deportes tan extendidos en España como la práctica de la fantasía política.
El acceso a la vivienda se ha convertido en el gran fracaso político de nuestro tiempo.
Puigdemont es un personaje venido a menos dentro de su propio partido. Un dato de la realidad, no una opinión.
Puede que sea la segunda vez en mi vida que cometa el mismo error.
La idea (Antonio Gramsci) de que para conseguir la hegemonía política, como paso previo para acceder al poder, era necesario conquistar antes la hegemonía cultural, no ha quedado olvidada con el paso del tiempo.
Una conocida periodista de investigación parece que se presenta en nombre del presidente del Gobierno -Pedro I, El Mentiroso-, me imagino que con objeto de presionar y sacar más información para sus interesantes trabajos periodísticos.