Están pasando aquí tantas cosas que resulta difícil mirar más allá de los Pirineos, olvidando aquello, sin duda exagerado, de que, cuando Francia estornuda, España pilla una pulmonía.
Siempre me he preguntado qué especiales mimbres tejen el cinismo político de esta país nuestro como para permitir que un periodista acuse al jefe del Gobierno de incumplir la Constitución, y que no les pase nada ni al periodista ni a ese jefe del Gobierno.
Dice Macron que la coalición de una treintena de países dispuestos a garantizar una eventual paz negociada en Ucrania (España, entre ellos, y me parece bien como apuesta por la diplomacia en el contencioso ruso-ucraniano) no tiene la menor intención de librar una guerra con Rusia, aunque Putin ya ha respondido que, puesto que es un despliegue de soldados "occidentales" (europeos, además de Australia, Japón y Canadá), lo consideran un objetivo militar "legítimo".
De Pedro Sánchez, vista su trayectoria, se podía esperar cualquier cosa pero pensar que, en la estela de Donald Trump y Silvio Berlusconi, iba a acusar a los jueces de estar prevaricando ("Hay jueces haciendo política"; "El fiscal general es Inocente "), supera lo previsible porque siendo el presidente del Gobierno sus palabras resultan intimidatorias.
El Diccionario de la Real Academia Española tiene la misericordia de definir al boquirroto, como fácil en hablar, pero cuando el pueblo llama a alguien boquirroto, quiere decir que habla demasiado y que, en la abundancia, puede caer en la desmesura y en el insulto.
Hay comentaristas que han dado mayor importancia a la ausencia de Alberto Núñez Feijoo en el acto de apertura del año judicial este viernes que a la presencia 'estelar' del fiscal general del Estado, junto al Rey y la presidenta del Consejo del Poder Judicial, en este solemne evento, que, por cierto, cada año trae su polémica.
El nacionalismo catalán funciona como especie protegida en el ecosistema político vigente durante esta última parte del reinado de Sánchez.
"Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante., un racionalista contumaz, un impío riguroso.
Cuando en junio pasado Israel abordó en aguas internacionales al "Madleen", la embarcación británica que llevaba ayuda humanitaria a Gaza, secuestrando a sus 12 tripulantes y confiscando los pañales y la leche destinada a los niños palestinos que sucumben a las bombas, a la miseria y al hambre, el Reino Unido no movió un dedo ni para firmar una nota de protesta ante semejante acto de piratería.
Presidido por el Rey, este viernes se celebrará el acto de apertura del Año Judicial en el que intervendrá el fiscal general de Estado pese a estar procesado en el Tribunal Supremo por un presunto delito de revelación de secretos.
Este mes de septiembre amenaza con ser otro más de los que están cambiando el mundo, Europa y, por supuesto, esta España agitada por incumplimientos constitucionales, quiebra de las hemerotecas (aquí, todos dicen Diego dende dijeron digo, o lo que sea), alianzas imposibles, territorialidad en crisis: el Estado se tambalea en un país literal y moralmente 'quemado' que ha agravado las diferencias entre la España rica superpoblada y la pobre, vaciada.
Sinceramente, hubiese esperado que de la entrevista -tan infrecuente- al presidente del Gobierno hubiesen salido algunos titulares de mayor trascendencia que las acusaciones de Pedro Sánchez a ciertos jueces que persiguen a sus familiares o que la reiteración, faltaría más, de que presentará los Presupuestos.
El mercado laboral español se tiñó de rojo en agosto, con los peores datos desde 2019.
El criterio del Gobierno para el reparto entre las comunidades autónomas de los últimos contingentes de menas -emigrantes menores de edad- delata un patrón de conduta insidiosa.
En Ayoó de Vidriales, en la parte leonesa de esa comunidad autónoma, donde aparco mis emociones durante las vacaciones de agosto, donde tengo enterrada mi infancia, donde la España vaciada va convirtiéndose en la España chamuscada, a finales del mes seguía lloviendo ceniza sobre el gin tonic mientras celebraba a San Bartolo en el bar del pueblo.
El cholismo podría definirse como la incapacidad para asumir que tu momento ha pasado, o no como la incapacidad, sino como la resistencia, tan feroz como inútil, a reconocerlo.
La mentirosa y excelentísima señora doña María Jesús Montero Cuadrado, vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda, y candidata a presidir la Junta de Andalucía, está preparando un robo singular.
Tenemos a Pedro Sánchez rodeado de problemas y a Núñez Feijoo, el jefe de la oposición, ansioso de salir a la pista a medirse en las urnas pero desconcertado porque solo el presidente del Gobierno sabe cuándo tocan.
De este angustioso mes de agosto con los montes españoles ardiendo por los cuatro costados amen de tizones queda una conclusión, una evidencia esencial que es la piedra angular de la situación política por la que se arrastra nuestra Nación: el Gobierno de España, sus 22 ministros y, sobre todo, quien los preside y les marca la pauta mantiene como doctrina esencial que ellos, y mayormente ÉL, no tienen la mínima responsabilidad ni deber ante cualquier emergencia, catástrofe o calamidad que nos afecte.
Un periódico de esos que llamamos "nacionales" titula: "Sánchez se aferra a la izquierda" -la noticia sería que se aferrara a la derecha-, aunque hubiera sido suficiente titular "Sánchez se aferra" porque eso es lo que define el momento actual del presidente del Gobierno.
Conste que no prejuzgo culpabilidades (ni inocencias), pero debemos reconocer que la apertura del año judicial este viernes, a la que tradicionalmente asiste el Rey, con un fiscal general del Estado encausado, es algo inédito en los anales de este país nuestro, por lo demás repleto de acontecimientos que no tenían precedentes.
El martes, un Consejo de Ministros en el que se aprobará la quita de deuda a las Comunidades Autónomas, después de que la vicepresidenta Montero utilizase este paso en su campaña andaluza.
El Consejo de Ministros aprobará este martes la condonación de unos 85.000 millones de euros de deuda a las comunidades autónomas, una decisión que el Gobierno vende como alivio financiero pero que, en realidad, es un artificio contable y una coartada para satisfacer y pagar al independentismo catalán, con graves consecuencias para el conjunto del país.
No, yo no quiero ir a la 'mili'. Ya fui, durante un par de años, hace ya largo tiempo y allí ni aprendí nada ni se me inculcaron los valores castrenses.