Ceniza en el gin tonic

 Ceniza en el gin tonic

En Ayoó de Vidriales, en la parte leonesa de esa comunidad autónoma, donde aparco mis emociones durante las vacaciones de agosto, donde tengo enterrada mi infancia, donde la España vaciada va convirtiéndose en la España chamuscada, a finales del mes seguía lloviendo ceniza sobre el gin tonic mientras celebraba a San Bartolo en el bar del pueblo.

Ronca de denunciar el incendio político que nos distrae de tareas más eficientes tanto para prevenir como para curar (escuchemos a santa Marta de Ribadelago, la ganadera que escribió a los Reyes), la España asolada por los incendios no tiene la menor esperanza de redimirse con el pregón oficial de la vuelta al cole sobre el cambio climático.

No, señor. No, mientras todas las ocurrencias de quienes gobiernan y quienes aspiran a gobernar se pierdan en el ruido de una bronca partidista absurda, artificial y autodestructiva, que retrata a nuestra clase política y a quienes desde el gremio informativo -finos analistas, chispeantes tertulianos- alimentamos estúpidos debates que ponen el y tú, más donde solo deberían poner el sentido común y la cooperación entre las distintas administraciones, al menos sobre la parte de la catástrofe que no es culpa de nadie o, si se quiere, es de todos.

Con estos antecedentes ¿qué se puede esperar del pacto de Estado de factura oficial con el que el Gobierno estrena su vuelta al Tajo, o de las cincuenta medidas anunciadas por Núñez Feijóo, sin que los dos planes se miren mutuamente?

La verdad es que no se entiende muy bien que haga falta un pacto de Estado -viene a ser como fiar un problema a la creación de una comisión-, para que prevenir o combatir los incendios no dependa del partido que gobierna en cada territorio.

Véase en este argumento el naufragio del sentido común, que desaparece ante la palabrera solemnidad de un "pacto de Estado" que se plantea como si tanto quienes gobiernan como quienes van a gobernar no estuvieran por la misma labor de ser eficientes en la tarea de prevenir y curar, incluida la eventual creación de una agencia estatal de protección civil frente a las catástrofes climáticas ¿Quién va a estar en contra?

El mantra de Moncloa sobre el cambio climático, tras los devastadores incendios del verano, incluido el de mi pueblo natal, que no logró amargarnos la fiesta mayor -las motas de ceniza en el gin tonic, como metáfora- no va a ser suficiente para hacernos olvidar que faltó prevención, coordinación y, sobre todo, liderazgo.

Sí, sí, liderazgo a escala estatal, por encima de los fallos que hayan podido cometerse en tal o cual comunidad autónoma, que es la competente en la materia, sin que eso de al Gobierno del Estado licencia para lavarse las manos. Solo faltaría.


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