El lugar de Sánchez en la historia

 El lugar de Sánchez en la historia

En ocasión de despedirse del Presidente del Gobierno que le había emplazado a dimitir al trascender una antigua demanda de la Agencia Tributaria posteriormente resuelta el ya ex ministro de Cultura Máximo Huerta que había durado siete días en el cargo contaba tras el encuentro el estupor que le había producido la entrevista.

Había ido a despedirse, afectado lógicamente por la situación y en lugar de interesarse por el estado de ánimo de quien había sufrido tan abrupta destitución -pasará a los anales como el ministro más efímero del Reino de España- el presidente se limitó a preguntarle qué lugar creía él que ocuparía Pedro Sánchez en la historia.

Siete años después puede ir haciéndose él mismo a la idea del lugar en el que será señalado tras pasar por la Comisión de Investigación del Senado que sin demasiado éxito ha intentado saber qué sabía en su condición de secretario general del PSOE de las andanzas presuntamente delictivas de los dos anteriores secretarios de Organización del partido -uno de ellos, Santos Cerdán, en prisión y el otro José Luis Ábalos, en espera de acudir ante el Tribunal Supremo. O si estaba al tanto del como poco dudosamente ético cometido de su esposa (Begoña Gómez) codirectora de una cátedra en la Universidad Complutense tarea desarrollada sin la menor titulación académica.

Sin olvidar el reiterado retorcimiento de leyes y normas de funcionamiento del sistema. Reformó el Código Penal para suprimir el delito de sedición bajo exigencia de los partidos separatistas catalanes (ERC y Junts) a cuyos dirigentes procesados por el intento de golpe del "procés" indultó a cambio de obtener su apoyo parlamentario. Sin olvidar una Ley de Amnistía cocinada al dictado de quienes acabaron beneficiándose de ella.

En ese lugar o rincón también habrá hueco para referir las constantes promesas electorales incumplidas, la deliberada y peligrosa estrategia encaminada a aislar a los partidos políticos rivales -el "muro"- y la no menos anómala y sostenida campaña encaminada a desacreditar a los jueces que instruyen las causas en las que están incursos algunos de sus familiares: la mujer, el hermano o quienes hasta hace poco eran dirigentes principales del PSOE. Por no hablar las campañas para desacreditar a los medios que informan sobre los casos de corrupción. Señalado, sin duda, quedará en el lugar de la Historia de España que registrará el paso por el poder de aquellos dirigentes que en nuestra época en vez de intentar unir a los españoles optaron por enfrentarlos para allegar réditos políticos traicionando el espíritu de reconciliación que fue el gran legado de la Transición.


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