Ana Lena Rivera: cuando la memoria se transforma en resistencia literaria

“Las últimas novelas que he escrito tienen un propósito común: dar voz a la generación, sobre todo de mujeres, que vivieron en la primera mitad del siglo XX”, afirma la escritora Ana Lena Rivera (Oviedo, 1972), en una entrevista Telefónica con Madrid Actual. Tras el éxito de “Las herederas de la Singer” (2022) y “La niña del sombrero azul” (2024) “–ambas editadas por Grijalbo– llega con una nueva novela titulada “La casa de huéspedes” (2025) publicada por la misma editorial.

La autora, además de destacar por su capacidad de redacción y documentación, sorprende al lector por crear historias que no solamente emocionan, sino que abordan temáticas de carácter social.

El libro, en efecto, es una muestra de la realidad social que abarca casi un siglo. Durante este tiempo el relato se centra en contar la historia de cinco mujeres interconectadas y con vidas paralelas. Generaciones, relatos y un hilo conductor narrativo: Caridad es el personaje que va guiando la narración. El punto de partida de la narración lo protagonizan Elvira y Ángela, el momento en el que un obús destruye todo lo que ellas conocían. La novela se enfoca en el recorrido de estas dos mujeres y las generaciones posteriores marcadas por la guerra civil española, que es el desencadenante del posterior exilio de las protagonistas, la dictadura y los secretos que cruzan generaciones. Pero, es preciso aclarar, que la narración, como dice la escritora, “es un relato que va de personas, no de bandos o políticas”. 

No es solo un relato: es una narración que, como dice Rivera, consigue dar voz a las mujeres invisibilizadas. Aquellas mujeres que salían de lo normativo y del estigma impuesto: mujeres viudas, madres solteras, mujeres que habían sido forzadas, y todas las que no cuadraban en ese modelo social” y que, de alguna forma u otra, son voces apagadas. Un legado silenciado.

Es difícil describir todas las vueltas que dan las vidas de esas mujeres –pérdida de identidad, separaciones, destrucción, amor– cuyo destino se ve marcado por la situación social y las decisiones propias. Una mezcla de ambas que va imponiendo un destino indeciso, ya que mantiene al espectador en vilo. Rivera consigue representar, de una forma u otra, que “el tema que está detrás de todo esto es la maternidad” en una época concreta, con unos sucesos destructivos.

Es curioso cómo la autora mezcla la realidad con ficción, pues, aunque el volumen recoge historias ficticias, muchas parten de testimonios que la autora ha ido recogiendo de la tradición oral. Aquella herencia escuchada demuestra cómo somos capaces de ir asumiendo vivencias ajenas y, como sucede con esta novela, volcarlas en páginas que sirven, no solo de entretenimiento, sino de aprendizaje y toma de conciencia. La casa de huéspedes donde comienza la novela es un espacio narrativo clave, simbólico. Rivera, cuyos tíos tenían un hostal en el centro de Madrid, explica que le pareció “un lugar precioso para balancear la simbología de esta novela”. “La casa de huéspedes” es más que el nombre de un libro: si indagamos en su significado, “representa a todos aquellos que van pasando por nuestra vida”. De una manera u otra, la autora deja ver cómo el recorrido vital no es más que un proceso en el cual nosotros somos los que elegimos. 

A todo esto, se suma la exquisita narración coral. La novela entrelaza el pasado con el presente, de manera que los saltos temporales son notables y que, poco a poco, van descubriendo los secretos de los protagonistas. Utiliza un tono cuidado y preciso. La documentación, apoyándose en detalles cotidianos, es el gran aporte de la novela porque, sin decirlo, sitúa al lector en el momento histórico. “Si tú pones a Massiel cantando el ‘La, la, la’ no te hace falta contar en qué época estás”, dice Rivas. En resumen, es una narración íntima y reflexiva que sirve como altavoz a quienes han tenido que sobrevivir mediante el silencio. “De ellas va esta novela”, aclara Rivera. 

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