Hambre atrasada de paz

 Hambre atrasada de paz

En El Cairo siguen las negociaciones "indirectas" -hablan los mediadores- entre el Gobierno de Israel y el brazo armado de la organización "Hamas".

Las buenas noticias hablan del brote verde que, como al olmo viejo de Machado, le ha salido al reseco tronco palestino de Gaza, que ya es tierra quemada por la bota militar en un 80 %.

Incipiente, pero prometedor. Cargado de esperanza y, sobre todo, de hambre atrasada de paz. De ahí el alborozo ante la buena nueva del acuerdo entre el Gobierno de Netanyahu y los dirigentes de Hamas para que callen las armas y hablen las personas de lo que tienen en común: la dignidad humana.

El alto el fuego, ligeramente retrasado en su efectividad, pues Israel siguió bombardeando algunas partes del enclave, solo es el efecto de un doble compromiso previo. Por un lado, el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, previsto para principios de la próxima semana. Por otro lado, la retirada progresiva del Ejército israelí de la franja. Es la primera fase del llamado "plan de paz" apadrinado por EE UU con retoques de Israel.

Un plan cargado de trampas que, a los ojos del mundo civilizado, se recibe como un mal menor si sirve para detener la masacre, aunque desprenda un inconfundible tufo post-colonialista. La propia sociedad israelí ha celebrado la noticia porque quiere a los rehenes de vuelta, vivos o muertos. Y con no menos alegría la saludan en lo que queda de la castigada y hambrienta población civil de Gaza.

Lo que se celebra, pues, es la presunta inminencia de un alto el fuego, una vez conocida la disposición de Hamas a liberar a los rehenes y la del Ejército israelí a desplazarse "a la línea marcada para la primera fase de su retirada" desde la que solo afrontará acciones "defensivas" (¿defenderse de quién cuando solo hay una parte agredida (civil) y otra agresora (militar), en escandalosa desigualdad de fuerzas?).

No se habla claramente de "alto el fuego". También la otra parte elude la expresión, limitándose a celebrar un paso más para "poner fin a la guerra de exterminio contra el pueblo palestino". Lenguaje propio del conflicto secular entre judíos y árabes en la tierra bíblica de la Palestina donde antaño contemporizaron.

Sobre ella planea ahora la tendencia trumpista a monetizarlo todo. Sin olvidar el resentimiento de los palestinos árabes, que se han visto moral y legalmente machacadas por la fuerza bruta de Tel Aviv y desahuciados por una comunidad internacional que nunca se tomó en serio la obligación de hacer cumplir los mandatos de la ONU sobre el establecimiento de dos Estados que convivieran en una paz justa y duradera.

Pero, en fin, bienvenida sea la esperanza de que pare la máquina de matar gazaties, mientras las cancillerías discuten sobre galgos y podencos.


Madrid Actual no se hace cargo de las opiniones de sus colaboradores, que no tienen por qué coincidir con su línea editorial.

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