Todo es, simplemente, un fraude, una mentira, una manipulación grosera.
Y no solo por parte de este Gobierno y de alguno de sus socios. También de algunas voces de la oposición, comparando un domingo de manifestaciones en Madrid con Sarajevo. Los que claman contra la espeluznante acción militar de Israel sobre los palestinos -que no es ni un accidente ni un error-, callan sobre el terrorismo de Hamas, no se manifiestan ni protestan por la destrucción día a día de Ucrania por las ambiciones territoriales de Putin, que ha provocado también miles de muertos, muchos de ellos niños, la condena al exilio a decenas de miles de ucranianos y la destrucción de un país.
Son los mismos que rompieron su palabra y condenaron a los saharauis a ser carne de cañón para Marruecos y alimento político para sus gobernantes. Son los que ignoran voluntariamente la violencia salvaje y el asesinato de miles de personas, en su mayoría cristianos, en el África central, cuyas grandes reservas estratégicas están siendo colonizadas poco a poco por Rusia y China, señores de la guerra en esa zona. Son los que defienden y amparan a regímenes indignos como el de Venezuela.
Los que promueven viajes de estado y acuerdos comerciales con China, uno de los países donde más se falta al respeto a los derechos humanos de sus ciudadanos. O los que callan y miran hacia otro lado por lo que sucede en países como Irán o Afganistán, donde los derechos de las mujeres son violados sistemática y brutalmente. O aquellos otros que van al campo de fútbol con camisetas de clubes que financian a sus equipos, o son los dueños reales o accionistas importantes de los mismos, mientras en sus países los derechos humanos son violados. Hoy hay 56 conflictos armados en el mundo en los que están involucrados 92 países. La ONU confirmó más de 41.000 violaciones graves de los derechos de los niños en 2024 (asesinatos, daños físicos, violencia sexual, secuestros, reclutamiento forzado) Nada de esto provoca manifestaciones y protestas de esa izquierda de salón, cada vez con menos expectativas de voto y más desguarnecida de proyectos y de ideas.
La hipocresía se ha instalado entre nosotros. No dudo de que a Pedro Sánchez y a su gobierno, como a la inmensa mayoría de españoles, les duela realmente lo que pasa en Gaza. También, supongo y espero, la matanza que causó Hamás y el secuestro de cientos de rehenes, algunos de los cuales todavía no se sabe si viven o no. Hamás sabía lo que hacía. Hamás provocó esta tragedia inhumana porque vive de eso, parapetada tras el pueblo palestino. Hamás no es el pueblo palestino, sino quien provoca que el pueblo palestino no tenga presente ni futuro. Hamás ha desencadenado este horror y si sigue jugando algún papel en el futuro nunca será posible la paz. Tampoco con Netanyahu al frente de Israel. El Gobierno español ha seguido comprando armas a Israel antes y durante la contienda por miles de millones, ha prometido dejar de hacerlo y no puede porque pone en riesgo la supervivencia de nuestro Ejército, que depende estratégicamente de sus suministros y de su armamento.
Pedro Sánchez y su gobierno han visto con claridad que su posición sobre la crisis de Gaza, su provocación para convertir un espectáculo deportivo en una batalla campal, su decisión de dejar desprotegidas a las fuerzas del orden, su disposición a retirarse de Eurovisión -lástima que no sea para siempre-, la grosera manipulación de la realidad es una forma fácil y gratuita de desviar la atención sobre su inestabilidad y, tal vez, de revertir el voto de esa izquierda que le ha ido abandonando por sus mentiras, sus engaños, su falta de transparencia, su corrupción, sus acuerdos con partidos que buscan la destrucción del Estado, su incapacidad para aprobar unos Presupuestos o su mediocridad al servicio del líder supremo. Y también, cómo no, su podemización creciente para acabar con los partidos a su izquierda y tratar de llevar esos votos a su granero.
Es posible que este giro desesperado salve al PSOE de su hundimiento electoral. Pero es solo propaganda, otro barniz que esconde el fraude y la mentira, una forma desesperada de exprimir la tragedia para tratar de seguir en el poder. Unos meses más, dos años más, lo que sea. Y si la derecha no sabe reaccionar con inteligencia, a lo mejor los réditos son muy elevados.
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