No, ella no sabe quién es Robert Redford

 No, ella no sabe quién es Robert Redford

Ella, la nieta de un amigo, está a punto de cumplir los 16 años. Dice que le gusta la iniciativa de Starmer para permitir que en el Reino Unido voten los jóvenes desde esta edad.

Y ella ¿a quién votaría si pudiese hacerlo? ¿Abascal? Uf no, que tiene pinta de legionario. ¿Feijoo? Un poco aburrido ¿no?. ¿Y Pedro Sánchez? Parece un maniquí de Emidio Tucci, dice. ¿Yolanda Díaz, entonces? Anda todo el día de rama en rama, como un pájaro: algo cursi.

Pues ya solo queda Irene Montero. ¿Esa es la novia de Pablo Iglesias, la que se fotografió en Menorca mientras nuestra casa se quemaba?, se indigna. Bueno, no dejó, brillante y comunicativa, aspirante, dice, a 'influencer', títere con cabeza. Hasta le pregunté por Alvise Pérez y, curioso, sabía quién era: un poco hortera, dictamina. Entonces ¿qué? Le digo. ¿Te van a dar el voto para que no votes a nadie?

Ellos, los que están entre los 16 y los 18 años, son cerca de un millón doscientos mil, calcula mi Chat GPT. Suficientes para, en bloque, dar un giro espectacular al mapa electoral español, decididamente gastado (ver el debate sobre control al Gobierno en el Parlamento de este miércoles, sin ir más lejos). Lo que me parece que sería superficial, y, desde luego, no es la nieta de mi amigo la única muestra en mi particular encuesta, es decir que el voto a los dieciséis beneficia a la ultraderecha, a ese Abascal que a mi interlocutora le parece "un legionario" sin la cabra.

Pero resulta que ellos, los que están entre los dieciséis y los veinte, son esa 'generación zeta' y aledaños que gobernará las riendas de este país allá por 2050, cuando, presumiblemente, Leonor de Borbón sea, si no ocurre nada imprevisto (y esto está lleno de imprevistos), Leonor I de España. Y España sea, claro, esta, 'esta' España y que dentro de veinticinco años va a ser por completo diferente a lo que ahora conocemos.

Siempre que puedo, me detengo a charlar con gente más o menos de la edad de la nieta de mi amigo. Un cierto afán sociológico me hace preguntarme hacia dónde va esta generación que lo ignora casi todo -uno me preguntó, en un aula, 'quién es el Kremlin'; los otros cuarenta alumnos también querían saber en qué equipo juega el tal Kremlin- y que se afilia locamente a Tik Tok, que es la manera más frívola y falaz de conocer el mundo.

No estoy seguro de que estén preparados para votar a los dieciséis, ni para conducir un coche a esas edad, aunque ya mayoritariamente no beban ni se echen, dicen algunos informes, de cabeza a las drogas. Yo, sin embargo, les daría, como el primer ministro británico, la facultad de ir a las urnas y hasta cambiarlo todo sin siquiera saber lo que estarán cambiando. Hay, sobre todo, que prepararlos para que sean capaces de cumplir las altas misiones que les van a tocar cuando, dentro de un cuarto de siglo, sean los que decidan lo que va a ocurrir en este mundo que ahora les parece gobernado por locos como Trump o Putin, y creo que en eso coincido plenamente con ellos.

Y no, la nieta de mi amigo no tiene la menor idea de quién era Robert Redford, el hombre que en las últimas horas ha acaparado las portadas con su muerte (tampoco leen los periódicos). Pero claro, yo no les impediría votar por el hecho de no conocer a unas estrellas de Hollywood que hablaban de un mundo que, siento decirlo porque es el mío, ya no existe. El que existe es el de ellos, los de dieciséis, aunque no sepan quién diablos es ese tal Kremlin. Ni Robert Redford, que a tantas y tantos enloqueció.

 


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