Echar un vistazo a algunos importantes periódicos y televisiones del mundo nos convence de que Pedro Sánchez hizo un buen papel a su paso por Nueva York, donde se celebra la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La verdad es que su discurso sobre Israel convence a una mayoría y es bien acogido, por el fondo y por la forma. Sobre esto último, no es difícil hallar buena aceptación una vez que Donald Trump, tras su enloquecido discurso en la ONU, ha dejado el listón muy bajo, provocando el pasmo mundial.
Pero vamos con Sánchez, que ha decidido convertirse en una especia de enemigo del presidente norteamericano, cosa que sin duda le rentará electoralmente -que es lo único que a él le importa--, pero que ignoramos aún qué consecuencias va a tener en nuestras relaciones con la superpotencia mundial. El presidente español es un jugador de fortuna, que sabe que el rédito exterior es más fácil, si eres desenvuelto y hablas buen inglés, que el que se cosecha en el interior, especialmente cuando se gobierna como gobierna él. A algún comentarista respetado le he leído que todo está en orden: la Legislatura y el Gobierno al borde del colapso y sin embargo él rondando el liderazgo Planetario.
Porque en casa, mientras el presidente departía con sus aplaudidores en la Universidad de Columbia, las cosas se ponían feas, tanto en los casos Begoña Gómez y hermanísimo como en el Congreso, donde el PSOE gubernamental no logra pasar una medida: aquella 'coalición Frankenstein' de junio de 2018 ya ha saltado en pedazos, y es cuestión de tiempo un tropezón que haga caer al Ejecutivo. Sí, pero ¿en cuánto tiempo? Delante de algunos periodistas, yo entre ellos, Gorbachov le comentó a Felipe González que El Mundo le aplaudía, mientras el pueblo ruso le odiaba. Cayó al poco. No digo yo, conste, que los españoles globalmente odien a Sánchez, porque esto sería falsear la realidad; pero sí digo que en casa Sánchez cosecha mucho peores titulares que en Nueva York, París o Londres. O China, por ejemplo, donde constan algunas informaciones (oficialmente orientadas, claro) laudatorias hacia la persona del presidente español.
La cuestión es hasta dónde le va a compensar a Sánchez el aplauso del mundo mundial mientras en su país no puede salir a la calle sin que le abucheen. Me consta la tensión que le producen los casos relacionados con sus familiares, por muy hinchados que puedan parecer judicialmente. Y hablan y no paran de su inmenso cabreo ante las 'traiciones' de Podemos, de una parte de Sumar y la desafección de Junts. Creo que sabe que esto mucho más no se puede prolongar, una vez que ya tiene el récord Guinness de mandatario europeo que más tiempo ha permanecido en el cargo, el húngaro Orban excluido.
Siempre que apuesto en relación con cuestiones de Pedro Sánchez suelo equivocarme. Pero me voy a arriesgar una vez más: me parece que esta ha sido la última asamblea general de la ONU a la que Sánchez asiste como Presidente del Gobierno español. Por mucho que por allí le consideren algunos, no todos, claro, una especie de Supermán.
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