"Il Giustino" de Vivaldi: belleza ambientada en Bizancio ofrecida con excelencia por la Accademia Bizantina

Madrid. Auditorio Nacional. Sala sinfónica. 27-IV-2025. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Accademia Bizantina. Director: Ottavio Dantone. Delphine Galou, contralto (Giustino), Emöke Baráth, soprano (Arianna), Sophie Rennert, mezzo (Anastasio), Marie Lys, soprano (Leocasta), Emiliano González Toro, tenor (Vitaliano), Alessandro Giangrande, contratenor (Andronico, Polidarte, voz de Vitaliano), Carlotta Colombo, soprano (Amanzio). Vivaldi: Il Giustino, RV 717.
Segunda ópera de Vivaldi que el CNDM nos ofrece en su ciclo “Universo Barroco” de esta temporada, tras la exitosa recuperación de “Arsilda”, comentada en su momento desde estas líneas. Señalamos entonces que la faceta operística del autor de “Las cuatro estaciones” no es la más conocida del gran público, pese a que, incluso si nos limitamos a los títulos que se conservan, la serie sobrepasa la veintena. Si ya entonces apuntamos que “Arsilda”, por aquellos intérpretes (Andrea Marcon y la orquesta La Cetra de Basilea) había sido llevada al disco (volumen 74) como parte del empeño hercúleo del sello Naïve por registrar toda la obra de “Il Prete rosso”, ahora hemos de señalar que el título que protagonizaba la velada que se comenta, “Il Giustino”, lo llevaron también al disco los mismos intérpretes de este concierto, Ottavio Dantone y su Accademia Bizantina (volumen 58) hace siete años. El reparto entonces fue el mismo con la excepción de los papeles de Amanzio, Anastasio y Leocasta. Hay que señalar que, por los perversos hados programadores, esta misma ópera, también en versión de concierto, forma parte de la temporada 25-26 del Teatro Real, aunque en esa ocasión (25 de abril de 2026) los intérpretes serán otros (René Jacobs y la Orquesta Barroca de Friburgo). Me da que los precios, también.
Estrenada en Roma, en 1724, la trama de “Il Giustino” alude a la defensa del Sacro Imperio Romano Germánico (con ayuda de los venecianos) contra el imperio otomano. Drama típicamente veneciano, con una combinación de amor, guerra, erotismo, violencia, visiones y espectáculo, esparcidos apropiadamente sobre una historia política. Para cumplir con la censura eclesiástica, se presenta a los bizantinos (ya es casualidad que los intérpretes de la ocasión tengan por nombre “Accademia Bizantina”) como una sociedad pagana. Como quiera que a las mujeres no se les permitía aparecer en escena en los estados papales, los cantantes para el estreno de “Il Giustino” fueron los “castrati” Giacinto Fontana, conocido como Farfallino (Arianna), Paolo Mariani (Giustino), Girolamo Bartoluzzi (Leocasta), Giovanni Ossi (Anastasio) y Carlo Pera (Amanzio).
“Il Giustino” ha conocido hasta el momento tres grabaciones discográficas, y procede traer el asunto a colación para poner en perspectiva las distintas mentalidades interpretativas en lo que a la cantidad de música interpretada se refiere. El primer intento (2001) fue de Estevan Velardi, al frente del Stradella Consort (sello Bongiovanni), que utilizó una edición propia de la partitura, en la que incluyó hasta la última nota escrita por Vivaldi (incluida música que luego él mismo desechó). El resultado fue una interpretación que se prolongaba hasta las cuatro horas y media. El mismo año, Alan Curtis, con su grupo Il Complesso Barocco, llevaba al disco (grabación en vivo) una interpretación que duraba menos de la mitad, y el director estadounidense justificaba su “tijera” en un artículo de significativo título: “Algunas reflexiones sobre recortes juiciosos”. Finalmente, Dantone y su conjunto realizaban la grabación comentada al principio, con una edición crítica de la partitura realizada por Reinhard Strohm, con variaciones del propio Dantone, que se sitúa entre las dos, con algo más de tres horas de duración.
Viene la precisión a cuento porque, como cabría esperar en un concierto, Dantone introdujo recortes respecto a la grabación (en total cerca de media hora de música) para dejar la duración total en poco más de las dos horas y media. Se eliminaron partes de recitativos y “da capo”, además de parte de la escena 5 del primer acto, escena 6 y parte de las escenas 8 y 12 del segundo, así como las escenas 2, 7 y 11, y buena parte de la escena 8 del tercer acto, con diferencia el más recortado. Se omitió también, como consecuencia de los recortes, el personaje de Fortuna, que sí aparece en la grabación.
Más allá de estos apuntes, y de las críticas que la música teatral de Vivaldi despierta en algunos (que le acusan de escribir para las voces de manera un tanto “instrumental”), lo cierto es que la belleza de la música es incuestionable, también cuando recicla parte de “La Primavera”, de sus famosas “Cuatro Estaciones” en la “sinfonía” de la escena 5 del acto I. Y en “Il Giustino” encontramos una buena cantidad de momentos realmente hermosos. Algunos ejemplos son el aria “Bel riposo de’ mortali” de “Giustino”, con oboes y flautas de pico, sobre una nota pedal en el bajo que puede recordar una gaita o una zanfona, varios momentos de “Anastasio” (papel que obtiene algunas de las páginas más bellas de la ópera), como “Vedrò con mio diletto”, “Sento in seno” (¡qué maravilla esta música construida en su totalidad sobre el “pizzicato” de la cuerda!) o “Mio bel tesoro” (un dúo bellísimo de Arianna y Anastasio). Pero tampoco seríamos justos si no destacáramos algunas otras piezas impagables, como esa maravilla asignada a Giustino, “Ho nel petto un cor sì forte”, con salterio solista. Son solo algunas muestras, y habría unas cuantas más, de una música inundada de belleza, de las que despierta una emocionada admiración por el talento extraordinario de quien era capaz de escribir música tan extraordinaria.
Y no podía soñar, creo, esta preciosa ópera, con mejores intérpretes que Dantone, la Accademia Bizantina y un distinguido elenco de solistas. Dantone (Ceriñola, 1960) conoce y domina este repertorio y construyó una interpretación sensible, contrastada, rica en acentos y matices, siempre bien ajustada a las voces, con atención cuidada a la creación de afectos, y con buenas escrituras de adornos para los “da capo”. La Accademia Bizantina es un conjunto extraordinario. Con una cuerda de 4/4/2/2/2 de perfecto empaste, más parejas de oboes y flautas (interpretadas por los mismos músicos), fagot, trompetas, timbales, archilaúd, salterio y dos claves (uno de ellos, tocado por el propio Dantone), el conjunto de Ravena ofreció una prestación ejemplar. Aparte del concertino, Alessandro Tampieri, merecen mención especial las dos solistas de oboe (Elisabeth Baumer y Rei Ishizaka), trompetas (Simone Amelli y Manolo Nardi), archilaúd (Tiziano Bagnati) y la formidable Margit Übellacker, que asombró (y recibió justamente grandes ovaciones) con su salterio.
En el apartado vocal, brilló la húngara Emöke Baráth, de voz preciosa, bien timbrada, estupendos matices y sobresaliente coloratura. Valgan como ejemplo su extraordinaria prestación en el dúo antes mencionado con Anastasio o el aria siguiente “Per noi soave e bella”. Magnífica también la mezzo austriaca Sophie Rennert, que regaló muchos de los mejores momentos de la tarde con la bellísima música que Vivaldi escribió para su papel. Bonita voz de mezzo, con cuerpo, riquísima en matices y de ejemplar agilidad en la coloratura. Sirva la mencionada “Sento in seno” como único ejemplo (habría muchos más) de una interpretación modélica. Estupenda también la Suiza Marie Lys, en todas sus arias, con una voz de soprano de gran presencia, bonito timbre y admirable agilidad y matices. Lució con excelencia estos últimos en su estupenda (y muy aplaudida) “Senza l’amato ben”. Brilló también su compatriota Emiliano González Toro, encarnando un Vitaliano que fue a más y culminó en un sobresaliente “Il placer della vendetta” en el tramo final de la obra. Ágil en la coloratura y de suficiente presencia, pero de carácter un poco histriónico el contratenor Giangrande. Correcta, sin especial presencia ni brillo, Colombo en su relativamente breve cometido. Dejo para el final a la protagonista, la contralto francesa Delphine Galou, que a quien esto firma le dejó sensaciones contradictorias. La voz, en el color, en el timbre, parece más la de un contratenor que la de una contralto, y se antoja corta en el volumen. Fue también de menos a más, porque canta con gusto y matiza bien (aunque la cortedad de volumen tampoco permite una dinámica ancha), maneja con suficiencia la coloratura y tiene indudable talento teatral. En “Su l’altar di questo nume” lució ese talento e intensidad y alcanzó probablemente su mejor momento de la tarde (también aplaudido). Cantó con gusto la mencionada aria con salterio, en la que, por cierto, Übellacker ejecutó una bellísima cadencia justo antes del final, pero uno queda con la sensación de que su prestación no estuvo al nivel de Baráth y Rennert. El éxito fue grandísimo para todos, y el jubiloso coro final “Dopo i nembi e le procelle” fue regalado como propina. Una (otra) deliciosa, sobresaliente velada del ciclo “Universo Barroco” del CNDM.