Ni amnistía, ni cupo catalán, ni Gobierno, ni nada

 Ni amnistía, ni cupo catalán, ni Gobierno, ni nada

Aposté hace tiempo que la amnistía iba a tardar en poder aplicarse, como tal, a Puigdemont y 'su' malversación.

Y dije que el freno podría situarse en las reticencias europeas a las argumentaciones del Gobierno español, en el sentido de que 'conciliación nacional' no era precisamente la virtud que podría esgrimirse para justificar el perdón al golpista 'fuguista'. Y aposté, y apuesto, por la imposibilidad de que otros pasos para contentar al prófugo y a los otros independentistas -los de ERC, o sea, Junqueras- puedan llevarse a cabo, señaladamente la concreción del 'cupo' catalán, negociado pero no concluido, este lunes por el Gobierno central y la Generalitat.

No, no habrá más amnistía que las ya concedidas a personajes secundarios: el freno europeo parará al Constitucional. Ni habrá cupo catalán porque ni Cataluña está preparada para recaudar el cien por cien del IRPF, ni la legalidad lo permite, ni la Constitución, para lo que valga, tampoco. Y digo 'para lo que valga' porque la Constitución está siendo sistemática y ampliamente incumplida, y hasta desdeñada, por los poderes en general y por el Ejecutivo muy en particular. Una cuestión esta que el Tribunal Constitucional debería estudiar muy a fondo, y obviamente no lo hace. Lo cual indica una quiebra institucional de primer orden, con el enfrentamiento total entre el TC y el Supremo siempre en perspectiva.

La chapucera negociación del cupo catalán, como la no menos chapucera amnistía, como la situación del Fiscal General del Estado, como la imposibilidad de presentar -lo manda la Constitución, incumplida también en esto- los Presupuestos Generales, o como el aplazamiento del debate parlamentario de proyectos de ley tan importantes como la reforma de la Justicia o la reducción de la jornada laboral, nos tiene que llevar a una conclusión: el Gobierno está varado.

Puede que este mismo viernes volvamos a comprobarlo cuando algunos países de la UE rechacen de nuevo la petición española para que el catalán, el euskera y el gallego sean (más o menos) idiomas cooficiales en la Unión. Otra conclusión: la parálisis se nota también en el obvio declive de la influencia española en Europa, a sumar a la ya experimentada en América Latina. Pedro Sánchez, ya se sabe, recibe pocas visitas de Estado, sin que su actividad exterior, por ejemplo su actual (y necesario, creo) viaje a Mauritania, Gambia y Senegal, pueda paliar este 'parón'.

Estamos instalados en la supervivencia del momento, es decir, en la provisionalidad. Y nada peor se me ocurre para la gobernación de un país que la provisionalidad permanente, vaya paradoja, derivada del 'sálvese el que pueda' de cada día. Creo que este Gobierno, cada vez más bifronte y más necesitado de una remodelación -comenzando por la vicepresidenta primera, que permanece escandalosamente en su 'pluriempleo'-, tiene escasa capacidad de recuperación, máxime cuando su presidente se niega a dar pasos verdaderamente regeneracionistas, suponiendo que fuese capaz, a estas alturas, de darlos: ni cuestión de confianza, ni congreso extraordinario para el 'renacimiento' del PSOE, ni, por supuesto, elecciones anticipadas como, por mucho menos, hicieron en Alemania y Portugal, por ejemplo.

Me parece un contrasentido que, en estas circunstancias, Sánchez se empeñe en ser el primer ministro más duradero de Europa, tras el húngaro Orban -que no es ningún ejemplo- y Macron, que es presidente y por tanto jefe de Estado, pero que ha cambiado varias veces a sus primeros ministros. Que tome nota aquel a quien corresponda.

¿De veras decir todo esto es hacer el juego a la oposición, a la derecha y ultraderecha, como insensatamente se dice no pocas veces desde el atril portavoz del Consejo de Ministros, que, por cierto, también va necesitando un urgente cambio de rostros?

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