Un retrato danés sobre la ausencia del amor y las palabras: “El patio”

Un retrato danés sobre la ausencia del amor y las palabras: “El patio”

El escritor danés Thomas Korsgaard (1995) es considerado como uno de los talentos jóvenes más destacados de Dinamarca, y traducir la primera de sus obras al castellano –“El patio” (2025)– ha sido una de las últimas apuestas de la editorial Random House.

La obra, escrita originalmente en 2017, cuando el autor tenía tan solo veintiún años, es la primera entrega de su “Trilogía de Tue” y se centra en la vida más cotidiana del protagonista: Tue, un niño de 12 años que vive en una granja recóndita de un pequeño pueblo danés. Se trata de un lugar lúgubre en el que la vegetación no logra abrirse camino y los animales muertos se van amontonando en una pila detrás del granero. Todo ello funciona como símbolo de un ambiente, efectivamente, muerto, inhóspito, que muestra qué puede suceder en un hogar cuando falta el amor y se acaban las palabras. Con un padre violento, una madre depresiva, y dos hermanos pequeños desatendidos, para Tue, la familia se convierte más en un castigo que en un apoyo, en algo más peligroso que seguro. En un intento por hacer más emocionante su vida monótona y gris, Tue generará todo tipo de problemas; otras veces, se irá a casa de sus abuelas; y, en ocasiones, encontrará un cierto descanso con amigos. Sin embargo, la vida del protagonista no va a dejar de estar marcada por la carencia de afecto y de comunicación. 

Lo curioso de esta novela es que el lector se da cuenta de lo desestructurado que está el ambiente familiar del personaje, mientras él lo narra en primera persona con cierta naturalidad y con la ingenuidad de quien todavía no es plenamente consciente de lo que ocurre. El chico no es tonto y no le pasan desapercibidas la infelicidad y desdicha que reinan en la granja, pero conserva todavía la mirada pura, desconocedora de las convenciones sociales, de quien apenas acaba de ser arrojado al mundo de los adultos. Tue se encuentra en esa edad tan difícil de transición entre la infancia y la adultez, en la que “un crío sabe ya demasiado y al mismo tiempo casi nada de la muerte”. A medida que va madurando, su visión de la realidad evoluciona, a la vez que emprende el camino del autoconocimiento propio de la adolescencia. 

Por todo esto, la novela es más reflexiva que activa, enfocándose principalmente en el mundo interior del protagonista y en los acontecimientos diarios que van forjando su personalidad. Todo ello está situado en una atmósfera oscura y un tanto tremendista –muy bien construida por el autor–, en la que parece que siempre acecha la muerte, tanto metafórica como literalmente. Este tema, en boca de otros personajes, se trata con bastante frialdad con frases como “son cosas que pasan”, que atacan a la sensibilidad de Tue. En una vida tan banal en la que ni la muerte tiene importancia, los personajes pasan por su existencia como pasajeros de un tren que circula sobre el mismo recorrido una y otra vez, sin atreverse a bajar y coger otro. Las dos próximas entregas, “La ciudad” y “Paraíso” –que Random House tiene pensado publicar traducidas en los meses venideros–, descubrirán si finalmente Tue ha sido capaz de coger un nuevo tren o si sigue en el viejo.

Con pinceladas de inspiración autobiográfica, se ve en el protagonista de la novela un alter ego del propio autor, de manera que esta trilogía se puede entender como una necesidad de expresión del novelista. Muchas veces, en el acto de escribir se entienden las cosas y se les da orden, otorgando a los sentimientos una realidad más tangible y manipulable que cuando están enredados en la cabeza. Por eso, quizás este libro albergue lo que Korsgaard nunca se atrevió a reprocharle a su familia. 

@estaciondecult

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