La música salva de nuevo el “Star Wars” barroco en el Teatro Real

La música salva de nuevo el “Star Wars” barroco en el Teatro Real

Jean-Philippe Rameau (1683-1764), uno de los grandes innovadores de la música francesa del siglo XVIII, compuso “Les indias galantes” en un momento de efervescencia creativa. La obra fue estrenada el 23 de agosto de 1735 en la Ópera de París y marcó un punto culminante en su carrera como compositor. El libreto de Louis Fuzelier se inscribe en la moda del exotismo que dominaba la Europa del siglo XVIII: los personajes y escenarios lejanos, desde Turquía hasta Perú, desde Persia hasta América del Norte, se usaban como espejos deformantes para hablar de temas universales como el amor, la guerra, la lealtad y la traición.

Originalmente, la obra estaba compuesta por un prólogo y cuatro “entrées”, episodios autónomos centrados cada uno en una historia de amor en tierras exóticas. En el “Prólogo”, la diosa de la juventud, Hébé es interrumpida por Bellone, diosa de la guerra, lo que provoca que Hébé busque ayuda en Cupido para que los jóvenes huyan de la violencia y encuentren refugio en el Amor. En la primera “entrée”, “El generoso turco”, el pachá turco Ousmane libera a sus esclavos por amor. La segunda, “Los incas de Perú”, se adentra en un triángulo amoroso entre una princesa inca, un oficial español y un sacerdote celoso. “Las Flores”, la tercera “entrée” (y la más bella en lo que la música respecta), nos lleva a una Persia en la que los malentendidos amorosos se resuelven entre danzas florales. Finalmente, “Los salvajes” presenta a los indígenas de América del Norte descubriendo el amor en medio del choque cultural. Zima se ve cortejada por El Español Don Alvar y el francés Damon. Ella se rebela contra la imposición y decide por sí misma con quién compartir su amor, en una ceremonia que celebra la igualdad, la mezcla de culturas y la autonomía femenina.

En el Teatro Real, se han ofrecido extractos de esta obra monumental, lo que implica una selección y supresión de ciertos números. Si bien esto responde a una lógica de duración y ritmo contemporáneos, también deja la sensación de una obra a medio camino, donde el esplendor narrativo de Rameau se ve reducido a escenas aisladas.

Se anunció como una “versión semiescénica y coreográfica”, pero lo cierto es que la propuesta presentada en el coliseo madrileño podría pasar por una producción escénica en toda regla. No faltó ni un elemento: dirección de escena, vestuario, iluminación, coreografía, teatro inmersivo, interacción con el espacio y despliegue visual. A cargo de esta ambiciosa relectura estuvo la coreógrafa y directora escénica francesa Bintou Dembélé, pionera del hip-hop escénico en Francia y una figura destacada en el cruce entre artes urbanas y formas clásicas. Su trabajo en la versión de “Las indias galantes” de la Ópera de Paris en 2019 ya había causado sensación, y aquí en Madrid no fue diferente.

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El público del 29 de mayo recibió con entusiasmo esta apuesta. Los aplausos al final de la función fueron rotundos, en especial para el equipo coreográfico, cuyos bailarines se deslizaban con absoluta naturalidad entre el barroco y el hip-hop, la danza tribal y el “breakdance”. La puesta en escena resultó ser un espectáculo total: los bailarines aparecían desde los laterales, el foso, el pasillo central, incluso desde el mismo patio de butacas. Algunos números fueron ejecutados desde los palcos, otros en plataformas móviles. La experiencia fue, sin duda, inmersiva.

Ahora bien, la propuesta no estuvo exenta de zonas grises. Si bien la cuarta “entrée” y el “prólogo” lograron una integración armoniosa entre música, danza y dramaturgia, las dos primeras “entrées” se volvieron algo confusas. Entre la multiplicidad de lenguajes escénicos, la fragmentación de la narración y una dirección a veces más centrada en el gesto que en el drama, el interés decrece. En determinados momentos, la escena cae en lo que podría definirse como una estética del movimiento por el movimiento, sin anclaje emocional ni narrativo.

Luces y láseres: el barroco digital

La iluminación, a cargo de Benjamin Nesme, fue tan audaz como desigual. Por momentos recordaba a un cine de acción en 4D: rayos de tormenta, luces estroboscópicas, flashes intermitentes y una estructura circular gigante que descendía desde el techo como si de una nave espacial se tratase. Esta “lámpara-plato voladora” se alzaba y descendía con su propio ritmo, creando juegos de sombras y destellos que a veces elevaban la tensión dramática, pero en otras ocasiones simplemente desconcertaban. A esto se añadieron haces láser cruzando el escenario, iluminando orquesta y cantantes como si estuviéramos en una escena de “Star Wars”.

El resultado fue un festín visual, pero también una prueba de resistencia para el espectador. Entre leer los subtítulos, seguir los movimientos coreográficos, localizar los cantantes (que a menudo provenían desde el Palco Real o el primer piso), y resistir el parpadeo constante de las luces, se ponía a prueba hasta al más diestro en el “multitasking”. 

El vestuario, diseñado por Anaïs Durand Munyankindi, apostó por una estética urbana con guiños “vintage”: pantalones anchos, tops ajustados y telas brillantes. Todo ello creó un universo visual a medio camino entre Malasaña y los suburbios de París en los años 90. El resultado fue coherente con la propuesta coreográfica y, en algunos momentos, despertó una cierta nostalgia adolescente por los tiempos del rap francés y las coreografías improvisadas en el patio del colegio.

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Reparto vocal y momentos de belleza pura

En cuanto al reparto vocal, destacó especialmente la jovencísima soprano francesa Julie Roset, que interpretó los roles de Amour, Phani, Fatime y Zima. Aunque comenzó con una voz algo apagada y de poco volumen, fue ganando confianza a lo largo de la noche. El momento más hermoso llegó con su interpretación del aria “Viens, Hymen”, desde la parte izquierda de la primera planta del teatro, mientras el músico Rodrigo Calveyra le respondía con su flageolet desde el extremo opuesto. Fue un momento de pura magia teatral y musical, con un equilibrio perfecto entre la escena, el sonido y el espacio.

La soprano portuguesa Ana Quintans, en los roles de Hébé, Émilie, Zaïre y Atalide, desplegó una voz hermosa, de gran musicalidad y proyección. Su aparición inicial desde el Palco Real fue una de las más teatrales de la noche, estableciendo una conexión inmediata con el público.

Menos inspiradoras fueron las voces masculinas. El tenor francés Mathias Vidal (Valère, Don Carlos, Tacmas y Damon) demostró competencia técnica, pero su voz carece de carisma. Cumple, pero no emociona. El bajo-barítono alemán Andreas Wolf, en cambio, convenció plenamente con una voz firme, bien proyectada y de gran presencia escénica. Fue el más destacado del elenco masculino y se agradeció su solvencia en cada intervención.

La dirección musical fue el alma del espectáculo. Leonardo García-Alarcón, director argentino que ya dejó una huella memorable en el Real con su “L’Orfeo” –que ya comentamos en este medio– de Monteverdi (temporada 22/23), volvió a demostrar por qué es uno de los grandes especialistas del repertorio barroco actual. Al frente de su conjunto Cappella Mediterranea, fundado en 2005, construyó una lectura vibrante, rica en colores, atenta al detalle y con un sentido del ritmo infalible.

La orquesta sonó con una mezcla deliciosa de elegancia francesa y pasión latinoamericana. Los contrastes dinámicos, los acentos teatrales, el fraseo danzante y los juegos entre las maderas y las cuerdas estuvieron siempre al servicio del drama. El Choeur de Chambre de Namur acompañó con rigor y sensibilidad, destacando en los pasajes corales con empaste, claridad y fuerza expresiva.

“Las indias galantes” ha sido una declaración de intenciones sobre cómo el teatro musical puede reinventarse sin traicionar su esencia. Aunque no todos los elementos funcionaron por igual, la valentía de la propuesta, la excelencia musical y algunos momentos de belleza absoluta bastaron para justificar este viaje intercontinental al corazón del amor, el ritmo y la diversidad.

@estaciondecult

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