Yolanda Díaz ya no suma

Yolanda Díaz ya no suma

Yolanda Díaz ha vuelto a subir a la tribuna. Y, como cada vez que lo hace, ha dejado un rastro de impostura y calculado sentimentalismo. Esta vez, entre frases hechas, lágrimas contenidas y homenajes familiares, ha hecho lo que mejor sabe: abrazar el poder que dice combatir. Porque la vicepresidenta segunda no ha acudido al Congreso a fiscalizar a Pedro Sánchez. Ha ido a recordarle —y recordarnos— que si él cae, ella se desvanece.

Su intervención ha sido un intento desesperado por mantenerse en la escena. Porque Sumar no suma, y Díaz lo sabe. Se agarra a un clavo ardiendo —Sánchez— para evitar lo inevitable: la irrelevancia. Y en ese afán por sobrevivir, no ha dudado en proclamar la “honradez” del presidente justo en medio de un escándalo de corrupción que afecta a su entorno más cercano. No es convicción. Es supervivencia.

Díaz no está aquí para regenerar nada. Está aquí porque fuera del Consejo de Ministros no tiene ni proyecto ni audiencia. Desde sus días en el comunismo gallego hasta su aterrizaje en Madrid, su única habilidad ha sido borrar del mapa a quienes la rodeaban: Garzón, Iglesias, Colau, Errejón, Belarra… Todos quedaron atrás. Todos sacrificados en su ascenso. Pero ahora, quizá el ciclo se ha invertido. Tal vez el que caiga esta vez no sea otro, sino ella misma.

La gallega que quiso ser la cara amable del radicalismo vuelve a recurrir a la sobreactuación: apelaciones al padre, súplicas emocionadas, consignas contra la “internacional del odio” y exigencias de leyes que ella misma ha tenido poder para impulsar. Habla de luchar contra la corrupción mientras sostiene un Gobierno que ha indultado sediciosos, rebajado penas por malversación y negociado la impunidad de sus aliados. Pide un giro social cuando ha dedicado más tiempo al maquillaje político que a la acción legislativa.

Y mientras tanto, el discurso de siempre: que si el bipartidismo, que si los pelotazos, que si los contratos amañados, que si las puertas giratorias. Un catálogo de denuncias que suena hueco viniendo de alguien que ha pactado con los mismos que critica. Porque Díaz no es alternativa: es parte del mecanismo. Parte de un engranaje que ya no convence, ni entusiasma, ni arrastra a nadie.

Pero todo esto no es más que estrategia. Díaz necesita aparentar firmeza sin romper con Sánchez. Necesita simular indignación sin perder el escaño. Porque sin el abrigo de La Moncloa, no hay cámaras, no hay foco, no hay relevancia. Solo quedaría una figura sin partido, sin estructura, sin fuerza, y con un electorado que la observa con creciente escepticismo.

Por eso grita. Por eso exige. Por eso dramatiza. Porque sabe que si cae Sánchez, no habrá nada a lo que aferrarse. Su carrera —esa que empezó en Galicia y se ha alimentado del desgaste de otros— podría encontrar ahora su desenlace. Ya no será ella quien liquide al siguiente líder. Esta vez, todo apunta a que el ciclo termina con ella.

Publish the Menu module to "offcanvas" position. Here you can publish other modules as well.
Learn More.