Luis Hens, la última víctima de ETA

 Luis Hens, la última víctima de ETA

Cuando, en 1983, el ciudadano francés Segundo Marey fue secuestrado, confundido por Interior con un miembro de ETA, la banda terrorista desarrollaba casi sin límites su actividad criminal.

Un error, el de Segundo Marey, que sería seguido por otros excesos de los Grupos Antiterroristas de Liberación, los GAL, puestos en marcha desde el Gobierno español.

Luis Hens era, entonces, un policía que operaba en el País Vasco, puesto difícil y peligroso donde los hubiera: me contó muchas penalidades del momento: un andaluz como él siempre vivía allí, en aquel ambiente infectado por ETA, bajo sospecha. Un día, él y otro agente, el gallego José Ramón Corujo, recibieron la orden de custodiar, en una desvencijada cabaña en Cantabria, a aquel preso, al que les presentaron como un terrorista etarra: Segundo Marey, un hombre aterrado. Eso hicieron, cumplir una orden recibida desde la superioridad.

Cuando se descubrió que Marey nada tenía que ver con la banda, el revuelo fue, lógicamente, grande. En 1998, el propio ex ministro del Interior, José Barrionuevo, y el ex secretario de Estado de seguridad, Rafael Vera, junto con otros ex altos cargos del Ministerio, fueron sentenciados por la organización y financiación del secuestro de Segundo Marey, con el agravante de que, cuando supieron que no era miembro de ETA, prolongaron su encierro, llegando a amenazar con asesinarle si Francia no liberaba a cuatro policías españoles detenidos cuando trataban de secuestrar a un presunto miembro de ETA. Luego, la historia se ha contado de muchas maneras y seguramente habrá muchas explicaciones, pero los hechos, judicialmente, están descritos así.

Naturalmente, ni Hens ni Corujo sabían nada de esto. A ellos, personas sencillas, policías de base, les habían ordenado vigilar y custodiar a un etarra y eso hacían, cuidando mucho, me consta, de no maltratar al detenido. Ambos perdieron la carrera y todos los derechos anejos tras ser condenados a cinco años de prisión. Hens jamás se recuperó de aquel golpe que le condenaba a la indignidad, ni del daño que hizo al secuestrado, al que acudió años después a pedir perdón en el sur de Francia. Me hizo prometerle que un día escribiría su historia y en eso andaba yo ahora, le repetí hace algunos días, cuando me informó de su grave enfermedad.

Pero Luis Hens murió hace pocas horas en Málaga, víctima de un cáncer que hundió su existencia en los dos últimos años. Hasta entonces, él, con su mujer, daba clases de equitación y con eso se ganaba, a falta de cualquier pensión, la vida. Porque su castigo oficial de réprobo ha durado hasta ahora. Ya se sabe que son los más débiles los que más y primero pagan.

Creo que nunca dejó de esforzarse por reivindicar su carácter y función de policía. Había nacido en Córdoba, era un hombre acostumbrado al campo, sencillo, con una tragedia a sus espaldas, el error de sus superiores con segundo Marey, un error que siempre pesó sobre él como una losa insoportable.

Ahora Luis ha encontrado la paz que perdió hace tantos años, cuando fue enviado a una comisaría de Bilbao. Yo le prometí, en sus últimas horas, contar toda la historia; un historia que tiene muchos flecos desconocidos u ocultados. Y aquí sigo, recopilando datos que se te clavan como puñales, como todas las injusticias. Creo que Luis es, en realidad, la última víctima indirecta de ETA, de aquellos años de oprobio, aunque la banda nunca atentase contra él.


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