Sí, habría que cambiar al ministro de exteriores (entre otros)

 Sí, habría que cambiar al ministro de exteriores (entre otros)

Sí, sin duda el titular de Exteriores, José Manuel Albares, es uno de los ministros de confianza de Pedro Sánchez.

Quizá todos lo sean, pero unos más que otros, y ocurre que el jefe de la diplomacia española es acaso de los que más titulares, no siempre buenos por cierto, acaparan en los medios de comunicación. En mi opinión, el presidente tendría que sustituirle ya: ha cumplido cuatro años en un cargo en el que ha visto transformarse El Mundo sin que la política exterior española haya experimentado, piensan no pocos, el giro que las nuevas circunstancias planetarias reclamarían.

A veces da la impresión de que la consigna es el inmovilismo, el no reaccionar ante lo que está ocurriendo. El día en el que el presidente de China, el de India y el neo-zar de todas las Rusias (representan a tres mil millones de personas) aparecieron juntos para sugerir el nacimiento de una nueva era, en la que Occidente no tendrá la hegemonía, Europa en general y España en particular habrían de haber emitido algún tipo de iniciativa: algo muy profundo está ocurriendo en la geopolítica universal y da la impresión de que no nos estamos enterando del todo. O de nada.

Cierto: la política exterior española se mueve, y el gran protagonista es, lógicamente, el jefe del Ejecutivo. Apenas pasa un día sin que el inestable Donald Trump nos aseste un varapalo por no acatar los 'diktats' del inquilino de la Casa Blanca sobre gasto en defensa en el seno de la OTAN, cosa que seguramente no inquieta demasiado -no entiendo por qué-en La Moncloa. No menos cierto es que España ha liderado la protesta contra el genocidio de Netanyahu, pero no ha sabido reaccionar con los reflejos suficientes al giro copernicano que fue el triunfo diplomático trumpista con la declaración de paz en Gaza. Un conflicto en el que no hemos tenido gran protagonismo, como no lo tenemos en lo referente a la guerra en Ucrania, a la evolución sorprendente en América Latina o en África y Asia, donde ocurren muchas cosas ante las que la diplomacia española parece estar ensimismada, pasmada. E incluyo esa rebelión asiática, africana y americana de la generación de los 'zetas', de la que nuestros responsables parecen haber tomado conciencia, tarde y mal, por la prensa. ¿Dónde están nuestros servicios de inteligencia?

Sí, pienso que la excesivamente personalista y opaca política exterior de nuestro país precisa de un relevo. No porque Albares se haya desgastado ante la UE reclamando la cooficialidad europea para el catalán, el euskera y el gallego. No porque la Asociación Diplomática Española lance, día sí día no, acusaciones contra el ministro por su opacidad y arbitrariedad a la hora de cubrir los principales puestos en el exterior. Ni porque algunas actuaciones, por ejemplo ante Marruecos y el Sahara, se mantengan inexplicadas. Es, simplemente, que las nuevas circunstancias reclaman nuevos rostros, nuevas ideas, nuevas estrategias y nuevas tácticas y, como decía Einstein, no se puede pretender cambiar el mundo haciendo lo mismo de siempre.

Me dirá usted probablemente que no se trata apenas de relevar a Albares, sino de hacer una crisis de Gobierno en toda regla. Son varios l,os/as ministros/as que patentemente no funcionan y menos aún conectan con la ciudadanía. Puede, incluso, que usted me diga, sin duda con razón, que acaso el relevo debería comenzar por la cúpula, por una presidencia del Gobierno que ostenta ya el récord Guinness -con el húngaro Orban-de la pervivencia en el cargo. Ocurre, simplemente, que hoy he querido fijarme más en la política exterior que en la económica -Torres más altas han caído-o en la interior, tan trepidante. Porque el mundo es un hervidero -mire usted, sin ir mucho más lejos, a Francia, a Marruecos, que son nuestros vecinos del norte y del sur--que, ya digo, reclama por nuestra parte acciones mucho más decididas que el tímido, oscilante, acercamiento a China, el posicionamiento, más bien forzado, frente al trumpismo o la elevación del tono ante los desmanes de Israel.

Vuelvo al comienzo: ya sé que José Manuel Albares, nuestro peculiar ministro de Asuntos Exteriores, es una figura de la máxima confianza del 'jefe' y que no está, desde luego, en la quiniela de 'cesables' por Sánchez, que en todo caso se resiste a emprender la cada vez más necesaria remodelación ministerial. Me limito a recoger aquí opiniones que escucho en ambientes diplomáticos, por cierto no solo españoles. Algo tiene que cambiar para que no todo siga igual frente al Cambio que nos anega y ante el que nos empeñamos en mirar hacia otro lado siempre.


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