Tras diez años sin publicar, Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945) regresa a las librerías con “Lo que no se ve” (Tusquets, 2025). La escritora catalana retoma su carrera literaria con un libro compuesto por seis relatos, independientes entre sí, pero que comparten una atmósfera “inquietante” que se cuela en situaciones aparentemente cotidianas.
No obstante, esta no es la primera vez que Fernández Cubas se adentra en lo misterioso, lo inexplicable, lo oscuro, lo desconocido –en definitiva, “lo que no se ve”, pero que se puede llegar a intuir– de la experiencia humana. Otros de sus cuentos, que se recogen en los volúmenes “Mi hermana Elba” (1980), “Los altillos de Brumal” (1983), “El ángulo del horror” (1990), “Con Agatha en Estambul” (1994), “Parientes pobres del diablo” (2006) y “La habitación de Nona” (2015), también exploran estos temas. Aunque también ha escrito novelas –bajo el pseudónimo de Fernanda Kubbs–, un libro de memorias o una obra teatral, han sido precisamente los cuentos –a los que siempre ha reivindicado como un “género en sí mismo”– los que han hecho que se convierta en una escritora importante en el panorama literario español.
Su nuevo recopilatorio traslada al lector a seis situaciones que, de un modo u otro, evocarán una sensación de extrañeza o incomodidad, en ocasiones, difícil de explicar. Este ambiente creado en la narración ya se puede intuir desde la ilustración de la portada, elaborada por Silja Goetz: una mano que, con una cerilla, enciende un candelabro; una habitación cuadriculada y casi oculta al mundo exterior, y, a lo lejos, sombras… Esta imagen podrá recrearse nítidamente al leer el último relato, “Candela Viva”. Este es, quizás, uno de los más fantásticos y que más necesita de una reflexión posterior a la lectura. Cuenta la historia de Jana, una mujer que, tras sufrir un incidente, se topa con una tienda en el barrio en la que nunca había reparado. Al entrar, no sabe muy bien lo que busca y por ello quizás es ahí donde lo deba encontrar.
No todos los cuentos se apoyan en elementos fantásticos o que se puedan considerar “terroríficos”. Algunos construyen la historia a partir de pensamientos incómodos, sueños frustrados o preguntas trascendentales como “¿quién maneja los hilos de nuestras vidas?” que, al final, tampoco “se pueden ver”, pero que pueden ser igualmente impactantes. En este sentido destaca especialmente “¿De qué se habla en las fiestas?”, el segundo relato, que narra la amistad de dos chicas en el instituto que se verá marcada por una verdad difícil de asimilar.
En “Momonio”, otro de los cuentos, se explora lo “mágico” o “sobrenatural”, pues la historia se centra en cinco jóvenes que, un día, deciden invocar a “El Otro”. Lo especialmente interesante en el cuento es la forma en la que está contado: a partir de lo que se muestra, pero, sobre todo, de lo que se oculta: un juego narrativo que estará presente también en los demás relatos. La narradora es, precisamente, la única chica que se fue antes de que finalizara el conjuro. De este modo, todo lo que sabemos de esa terrorífica noche es lo que los demás personajes le indican a ella. ¿Qué fue lo que realmente pasó? o ¿ella de verdad se salvó? son preguntas cuya respuesta el lector debe encontrar –o, más bien, intuir–. No obstante, no le será fácil, ya que no hay nada certero ni una única solución a este enrevesado puzle entre las páginas del libro.
Fernández Cubas, además, se adentra en las relaciones interpersonales: tanto las de amistad y de pareja (“Il Buco”) como, especialmente, las familiares. Aunque se aborde desde perspectivas diferentes, “Tú Joan, yo Bette” y “La hermana china” exploran la relación entre hermanas. Esto no es casualidad, pues es un tema que interesa mucho a la autora y que ya ha tratado en otros cuentos como “Mi hermana Elba”. El primero se centra en dos hermanas, ya ancianas, que hace años dejaron de ser ellas mismas para convertirse en un fiel retrato de las actrices protagonistas de la película “¿Qué fue de Baby Jane?” (1962), en el que cada una ha adoptado un rol fundamental. El segundo, sin embargo, utiliza la alelopatía para explicar su relación: igual que las plantas, hay personas que pueden influir de forma negativa o positiva en otras de su alrededor.
De hecho, esta metáfora se manifiesta desde el nombre de las protagonistas: Violeta y Adelfa. Es interesante cómo los nombres cobran tanta importancia en este relato, mientras que, en otros, ni siquiera se mencionan los de las protagonistas –todas mujeres, salvo en un relato–. Cada cuento tiene sus propias necesidades y la autora catalana sabe encontrarlas y potenciarlas.
En definitiva, el estilo de Fernández Cubas atrapa al lector entre las páginas de sus cuentos en un viaje en el que lo real y lo irreal convergen. A lo largo de su trayectoria, han sido numerosos los reconocimientos que ha recibido por su obra, pero, sin duda, uno de los más destacados ha sido el Premio Nacional de las Letras Españolas 2023, en el que el jurado subrayó “la magia de su narrativa que la ha llevado a ser una de las mejores cuentistas españolas”.