Allí estarán todos, sin saludarse

 Allí estarán todos, sin saludarse

Como cada año, este 12 de octubre se celebran los tradicionales fastos por la fiesta nacional, antes fiesta de la Hispanidad, antes Día de.

.. Como cada año, miles de personas, representativas de diversos estamentos de la sociedad en boga, se congregarán en el Palacio de Oriente para asistir a la ceremonia presidida por los Reyes y sus hijas. Como cada año, es de prever que no veremos a los de siempre, ausentes de este acto que ellos no quieren que sea más ecuménico.

Y, como cada año, es de temer que asistiremos a la ceremonia, algo infantil, del ignorarse por los salones del palacio, protagonizada por el jefe del Gobierno y el de la oposición, ambos sumidos, presumiblemente, en sendos corrillos de periodistas, que andan, andamos, en busca de una declaración, la que sea: que si el presidente se va de inmediato a Egipto, a la firma de la paz en Gaza, y si se verá o no con Trump; que si el líder de la oposición se siente o no cómodo con las cosas que dice su correligionaria la Presidenta del Gobierno regional, etcétera. Lo previsible.

Para mí, qué quiere que le diga, esta jornada de la fiesta nacional, a la que puntualmente acudo porque informativamente es rentable, es una celebración más bien triste. La de la desunión, pese a que todos se congreguen bajo el paraguas del jefe del Estado y su familia, incluida la heredera del trono, lo que da un carácter institucional a un acontecimiento que debería, acaso, tener además otras connotaciones. En algún momento habría que terminar con el triste espectáculo de los dos actores principales del teatro político, a los que todos votamos y sufragamos, dándose la espalda, y por cierto que no suelen ser los únicos. No viene siendo la fiesta de la unidad, sino la de la desunión, agravada por la usual incomparecencia de representantes de fuerzas políticas que son, por cierto, las que sustentan al Gobierno central, pero no precisamente trabajan por el fortalecimiento del Estado.

Allí estarán todos, digo casi todos, incluyendo figuras institucionales en causa, como el mismísimo fiscal general, esquivando algunos a los periodistas, prodigando otros declaraciones anodinas, quizá lanzando alguno un mensaje fabricado por sus asesores. La recepción con canapés de la fiesta nacional, tras un desfile en el que participan casi cuatro mil soldados, siempre acaba dando noticias: quién va, quién no, quién dice tal cosa, quién la otra. Las fotografías de notables en el besamanos de los reyes con algún ocasional error de protocolo. Uniformes, medallas, embajadores, sotanas. Y cientos de curiosos en los alrededores del palacio, a la espera de aplaudir a alguno, quizá de abuchear a otro, quién sabe.

Creo que habría que ensayar a darle otro aire a la jornada de la fiesta nacional. Pero no es al jefe del Estado a quien le compete hacerlo: bastaría con que dos personas se saludasen, al menos se saludasen, y a ver si quedamos un día de estos y hablamos. Sería el notición del día. Una noticia alegre, una gran noticia que cada año nos hurtan.


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