Mirar de frente a Tánatos

La vida es el recorrido entre Eros y Tánatos, y las películas reflejan la vida. Decía Fernando Fernán Gómez que la biografía de cualquier persona es una película en la que, al final, muere el protagonista, aunque las películas que más suelen gustar son las que terminan en boda, en pleno apogeo de Eros.
Simon de Beauvoir ya nos advertía que no hace falta ser filósofo para pensar alguna vez en la muerte, pero que casi nadie piensa en su vejez.
El director de cine greco-francés Costa-Gavras no necesita imaginarse la vejez, porque la vive a diario, a sus 92 años, y a esa veterana edad ha construido una película deslumbrante, mirando de frente a la Muerte, sin complejos, sin miedo, con una lucidez y una profundidad divulgativa, que se encuentra a la altura de las películas que fueron premiadas con un Óscar.
Antes de argumentar les ruego que no se la pierdan. Da lo mismo que acaben de cumplir los 18 años y esperen su oportunidad para votar, o que se encuentren en la esplendorosa madurez de los 40, o que acaricien y teman la próxima jubilación. Su título -"El último suspiro"- es el mismo con el que Luis Buñuel tituló su espléndida autobiografía, pero no es un plagio, sino la transcripción del libro que escribieron un médico especialista en cuidados paliativos y un filósofo.
Hacía tiempo que no me deslumbraba una película, que no me dejaba ese poso de reflexiones que te asaltan un día despué, y que te incitan a profundizar en lo que has visito, a añadir detalles, a asociar con pensamientos propios y ajenos el resultado de mirar de frente a Tánatos y asumir las diversas peculiaridades y circunstancias que rodean el último suspiro.
Todo funciona en una película que parece un falso documental, unas historias falsas, y que, a la salida, resulta que parece que has vivido en la realidad, y como coprotagonista, esas circunstancias comunes que Costa-Gavras transforma en extraordinarias aventuras, siempre al borde del último suspiro.
Por cierto, los pesimistas y aprensivos no tenga miedo de ir a ver la película. Les confieso que soy un hipocondríaco intermitente y salí del cine bastante sosegado. A veces, mirar hacia otro lado es una ingenuidad infantil, que no sirve de nada.