Desde Cartagena de Indias

Escribo desde la ciudad que en mi gusto personal es la más hermosa de toda la América Hispana.
Cartagena de Indias (Colombia) tras haberme incorporado un año mas a la ruta "España Rumbo al Sur", compuesta por 140 jóvenes y que dirige Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo, digno continuador de su tío Miguel con quien compartí y del que tanto aprendí en los periplos con la "Quetzal".
Acepto, por supuesto y hasta con satisfacción, que se me contradiga proponiendo otros nombres con mucho fundamento porque, y como demostración de lo que fue aquel imperio, la huella dejada desde lo monumental a lo étnico desenmascara de un plumazo la mentira convertida en dogma de la Leyenda Negra.
Aunque ahora esta haya sido asumida como parte del doctrinario del sanchista-zapaterista, la realidad es que al igual que Roma se replicó en Hispania, España se replicó aquí. A la vista está con tan solo querer mirar. La patraña del saqueo y del genocidio se hace pedazos ante la prueba en piedra de lo construido y del mestizaje que es seña de identidad del 90% de la población.
Humboldt, considerado la referencia intelectual y científica de la época, dejó plasmada la conclusión de su viaje a principio del siglo XIX: La América Hispana era la zona mas rica, pujante y emergente de todo el mundo desde lo económico, constatado por sus impresionantes urbes, lo comercial por sus rutas que conectaban todo el Planeta o lo cultural, sus 25 universidades. Algo habríamos hecho bien y, después, y hasta el día de hoy, algo se debe haber hecho mal.
No se percibe en Colombia la inquina que en otros países es moneda mas común, tras haberse martilleado de manera contumaz y desde el aprendizaje de las primeras letras. En Cartagena aun menos y prevalece incluso una corriente de simpatía y aprecio a lo español. Lógica por otro lado con tan solo pasear por la Ciudad Amurallada, una maravilla bien cuidada ademas, que hace de la historia una fuente de riqueza primordial. Y que en el imponente Fuerte de San Felipe la bienvenida te la dé Blas de Lezo, blandiendo su espada contra el inglés, algo tiene que ver también.
Aunque la ignorancia de todo ello y de tanto mas es la pauta impuesta tanto aquí como allá el rescoldo está muy latente y las brasas solo necesitan un soplo para prender. Un ápice bastaría para avivar algo tan sencillo como la sensación de pertenencia mutua, de ellos y de nosotros a algo común y que emerge poderoso en cuanto comenzamos a hablar. Porque sin ir más lejos, lo estamos haciendo en la misma lengua, el gran patrimonio universal que 600 millones de personas compartimos hoy. Mal punto de partida desde luego no es.