Los que, aún con cuentagotas, se van del PSOE

Tengo un amigo, que ocupó altos cargos partidarios en una provincia castellano-leonesa (perdón por no dar más detalles), que ha anunciado que se marcha del PSOE.
Mi amigo fue de los primeros en defender la candidatura de Sánchez en aquellas primarias de 2014, cuando empezó la batalla contra Susana Díaz. Ahora dice que "he dejado de identificarme" con la deriva a la que ha llegado el partido. Me cuentan que se han dado casos similares, aunque bastante aislados, en Andalucía, Asturias y Extremadura. De Madrid no tengo noticias, y no espere usted que precisamente ahora la nueva o no tan nueva dirección del PSOE le vaya a dar datos reales de desafiliación. Pero haberla, como las meigas, hayla. Unos lo negarán, otros pensarán que los abandonos no son los suficientes, pero así están las cosas.
Por supuesto que no estoy vaticinando una progresiva desaparición del partido fundado por Pablo Iglesias Posse en la ya muy lejana fecha de 1879. Ni me escandaliza, faltaría más, que 'este' PSOE no conserve ninguno de los postulados que justificaron su nacimiento en la taberna Casa Labra hace ciento cuarenta y seis años: el mundo ha evolucionado y con él las formaciones políticas, aunque en algunas ocasiones lo hayan hecho en el sentido inverso al giro normal de la Tierra. No, al PSOE, creo, no le ocurrirá como al PS Italiano, que ciertamente cayó por la corrupción, ni al PS Francés, que quedó mortalmente herido por los errores y despropósitos, algunos sexuales, de algunos de sus últimos dirigentes, Hollande muy en concreto. Ni lo que le ocurrió al PASOK griego, que no entendió nada, de la mano de un responsable que venía directamente de los Estados Unidos, de la realidad del país.
El PSOE, que reclama tener casi 190.000 afiliados y más de dos mil sedes repartidas por toda España (en 2004 el número de afilados era de seiscientos mil, atención), tiene que refundarse, pero nos sigue siendo necesario. Es un gran partido, que aún recoge siete millones largos de votos de gentes cuya sensibilidad social se sitúa en lo que llamamos izquierda. Pero muy pocos partidos sobrevivirían bien (atención también a esto que digo, PP) a los espectáculos registrados tan solo en los últimos días, para no hablar de los siete últimos años. Puede que en La Moncloa piensen que Sánchez ha salido fortalecido de su último rifirrafe parlamentario con Feijóo porque, aunque a trancas y barrancas, le siguen apoyando sus socios. Puede que en el desertizado Ferraz crean que van a mantener para siempre ese suelo de siete millones de votantes. Pero yo creo que este Pedro Sánchez que ya no es, incluso físicamente, ni sombra de lo que fue, no está sabiendo reaccionar a la enormidad de la crisis de confianza surgida en la ciudadanía, incluso entre los fieles.
Tiene que ir pensando en marcharse; bueno, de hecho nos contó, sea o no cierto, que ya le había dado vueltas al asunto, pero que él no tira la toalla. Lo que ocurre es que otros, afiliados quizá sin nombre ni cargo, pero que se ilusionaban en la idea del socialismo, sí la están tirando. El presidente/secretario general ha rechazado cualquier idea de someterse, como lo hicieron sus colegas alemán y portugués, a una cuestión de confianza. Más aún ha rechazado adelantar las elecciones, como han hecho tantos otros países europeos por crisis mucho menos graves que la que atraviesa ahora la política española, sin presupuestos y, lo peor, sin ideas. Sánchez se ha quedado sin salidas, al albur de cualquier nueva revelación con forma de audios o de tropezón del fiscal general en los tribunales. ¿Cuánto tiempo creen en Moncloa que se mantendrá el apoyo de los socios a palos? El tiempo que tarde Núñez Feijóo en encontrar la fórmula para desactivarlos, lo que ciertamente no se hará hablando de los cuestionables negocios del suegro, recién fallecido, del presidente.
Yo pienso que, pudiendo haber sido una semana de gran avance político, ha sido más bien un tiempo nefasto para regenerar esta sucia, mal educada, poco ética y nada patriótica política española, y cuánto siento tener que decirlo así. No caeré en la simpleza de decir que Sánchez, o Feijóo, o cualquier otro, incluyendo al habitante de Waterloo, tengan la culpa mayoritaria de lo que nos sucede. Pero sí creo que, ahora que se va reordenando el espacio de la derecha, hay que hacer lo mismo con la izquierda, comenzando por esa coalición PSOE-Sumar que, paradójicamente, nada suma; si Yolanda Díaz se ha convertido, en el fondo, en un apéndice del PSOE ¿por qué no se integra de una vez en este partido, por muy difícil que ahora parezca tal decisión y deja de jugar al despiste? Bueno, ahí lanzo la pelota, una de las muchas posibles para sumergirse en el 'nuevo' juego político que necesita este país, para que alguien medite sobre ella. Porque algo, mucho, hay que hacer, antes de que los que huyen no lo hagan ya con cuentagotas, sino a chorros.