Cómo detectar y prevenir las orugas procesionarias

Las subidas de las temperaturas provocan el instinto de enterramiento de estas orugas. Las orugas procesionarias del pino descienden de los pinares y se mueve por el suelo en cabalgatas. Bajan de sus nidos, esas bolas blancas en las copas de los pinos, y recorren el suelo buscando un lugar en el que enterrarse para hacer una crisálida y romperla en julio ya convertidas en mariposa.
Su procesión llama la atención no sólo a los humanos. Los perros, cautivados por este espectáculo, son vulnerables ante estas orugas venenosas. Están cubiertas de unos pelos urticantes con una toxina que resulta devastadora para los canes.
La oruga produce varias lesiones en los perros. Los síntomas comienzan como un picor, el perro se rasca la boca y saliva profusamente. En ese momento hay que correr a una clínica veterinaria.
La reacción se asemejaría a un shock alérgico. Se inflama la lengua, la boca, el esófago y el estómago; el perro no puede respirar y fallece. En la mayoría de los casos se evita por la intervención de un veterinario, pero la lengua del animal que haya chupado un oruga se necrosa, pudiendo perder casi todo el órgano.
Los veterinarios recomiendan correr a una clínica en cuanto se perciban los síntomas. Si el paseo es por el campo o está uno lejos de una clínica, los especialistas pueden recetar un medicamento en pastillas o en inyección que algunos dueños llevan encima en previsión de un accidente. Lavar bien la boca con abundante agua podría diluir el efecto de los pelos urticantes.