Acebo o muérdago, dos plantas muy distintas

El acebo y el muérdago son dos plantas tradicionalmente vinculadas a la celebración navideña. Sin embargo, a pesar de que muchas personas los relacionan e incluso confunden en imágenes debido a su utilidad ornamental y a su consideración como sagrados en la cultura Celta, en realidad son muy diferentes entre sí. Según el Profesor de Investigación del CSIC en el Real Jardín Botánico, Pablo Vargas, estas plantas divergieron en sus linajes hace más de 100 millones de años.
El acebo, cuyo nombre científico es Ilex aquifolium, predomina en la Europa húmeda y puede alcanzar alturas de hasta 12 metros. Se caracteriza por su corteza y ramas grises y lisas, y por sus hojas persistentes, generalmente ovaladas y con márgenes espinosos. Además, la madera de acebo es apreciada por su dureza y densidad, llegando a ser tan densa que no flota en agua. Por su parte, el muérdago, conocido científicamente como *Viscum album*, es común en la Europa mediterránea. Es una planta semiparasita que suele crecer sobre las ramas de árboles como pinos, chopos y olivos.
El muérdago tiene propiedades infecciosas que lo convierten en un problema para los árboles y bosques donde crece. Su fruto, que inicialmente es verde, adquiere un color blanco o amarillo translúcido a medida que madura, contrastando con el fruto del acebo, que es de un intenso color rojo. Históricamente, el muérdago ha tenido significados religiosos y sobrenaturales. Por ejemplo, en la Edad Media, su aceite se usaba como repelente para lobos, y tiene propiedades farmacológicas valiosas, como tratamientos contra células tumorales, epilepsia y arteriosclerosis.
Una tradición popular relacionada con el muérdago es que si dos personas se encuentran debajo de él, deben besarse, una práctica particularmente popular en Estados Unidos y Latinoamérica durante la Navidad.
El acebo, por su parte, ha tenido un valor especial desde tiempos celtas. Era considerado un arbusto sagrado utilizado para atraer la suerte y la prosperidad durante el solsticio de invierno. Actualmente, se sigue utilizando en decoraciones navideñas bajo la creencia de que Santa Claus bendice a la familia en la medianoche del 24 de diciembre.
A pesar de las diversas connotaciones y usos tradicionales, es esencial señalar que estas plantas pertenecen a diferentes familias botánicas. El acebo pertenece a la familia de las aquifoliáceas, mientras que el muérdago está vinculado a las santaláceas.
Sobre la conservación, el acebo está protegido en varias regiones, incluyendo España, Andorra y Portugal, mientras que el uso del muérdago para atrapar pájaros ha sido prohibido y es penalizado por la ley.
La Resistencia del acebo, que se mantiene vivo y vigoroso durante las épocas frías, combinado con la brillantez de sus colores rojo y verde, lo ha establecido como un símbolo de fortaleza y eternidad desde tiempos antiguos. Esta resistencia le dio un lugar especial en leyendas celtas, donde se creía que el Rey Acebo reinaba durante los meses más fríos del año. Además de su valor simbólico, el acebo tiene un papel ecológico vital al proporcionar alimento y refugio a diversas especies durante el invierno. Es una planta longeva que puede vivir hasta un siglo, y se encuentra principalmente en zonas montañosas y bosques de robles.
El cristianismo adoptó el acebo como uno de los símbolos navideños más característicos, con sus frutos rojos evocando la sangre de Cristo y sus hojas espinosas representando la corona de espinas del Mesías. A pesar de su rica historia y simbolismo, es crucial recordar la importancia de preservar y proteger estas especies, así como su entorno natural.