Descomposición

 Descomposición

La cosa no da más de sí. La vuelta al cole está marcada por la generalizada percepción de estar en campaña electoral, porque más pronto que tarde las urnas volverán a repartir cartas.

Y, entre otras cosas, es lógico que a la izquierda del PSOE sus socios de Sumar ya están compitiendo con Podemos en materia de política social.

Lo vistan como lo vistan en La Moncloa, empeñados en endosarlo a un puntual ataque de contrariedad de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, la derrota parlamentaria de su obra predilecta (reducción de la jornada laboral) es la enésima señal de un fin de época, por descomposición del pedestal sobre el que se erigió Sánchez durante estos dos últimos años.

Véase la arremetida de Díaz contra Junts, previa a la votación que tumbó la iniciativa del Gobierno abanderada por Sumar. No solo se limitó a señalar la obviedad del alineamiento ideológico de la derecha nacionalista (Junts y Alianza Catalana) con la derecha nacional (PP y VOX) contra la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media semanales. Es que además mordió la mano de Sánchez, porque quien la colocó en la vicepresidencia sigue necesitando a Junts. Pero Díaz ha soltado una carga de profundidad contra Puigdemont, que es el fusible del pacto de investidura.

Con el banco azul vacío, y el Presidente del Gobierno en el cine, como si fuera ajeno a las consecuencias del ataque de su vicepresidenta a los siete diputados de Junts. Díaz habló del "chantaje" al que ha sido sometida por Junts sin que ella haya capitulado.

Y entonces dijo lo que, a mi parecer, mejor describe el minuto y resultado de un Gobierno en descomposición:

"Yo tengo límites".

Pactada o no pactada con su socio de Gobierno, la arremetida contra Puigdemont tenía un destinatario colateral: Pedro Sánchez. Había muchas formas de constatar que, a diferencia de ella, el presidente sí que ha sucumbido a los chantajes de Junts, algo que, por otra parte, saben hasta las losetas de la Moncloa. Pero esta vez lo decía nada menos que una de sus vicepresidentas.

No acostumbra Yolanda Díaz a dejarse llevar por lo que los psiquiatras llaman el "trastorno explosivo intermitente". Así que parece bien calculada la forma de expresar en sede parlamentaria su ataque de contrariedad con toques épicos de resonancias antiguas: lucha de clases, explotadores y explotados, pobres y ricos... Sólo le faltó hablar de la dictadura del proletariado y de "La Rebelión en la Granja" de Orwell.

Si no es la enésima señal de que el braceo de Sánchez ya no da más de sí (de fondo, la corrupción, el malestar por el mal funcionamiento de los servicios públicos, el descrédito personal, la pérdida de influencia internacional), pues lo parece.

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