Europa... hace 86 años

 Europa... hace 86 años

El 1 de septiembre de 1939, Adolfo Hitler invadió Polonia, y quedó inaugurada, oficialmente, la II Guerra Mundial. El psicópata que manda en Rusia, Vladimir Putin, ha elegido también el mes de septiembre -ochenta y seis años después- para hacer un amago, ensayo o prueba, de invadir Polonia, después de haber invadido Ucrania. No creo que sea casual.

Ya decía Woody Allen, en una de sus películas, interpretándose a sí mismo: "Cada vez que escucho a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia". No creo que a Putin le guste Wagner, porque parece que le gusta más el rotundo sonido de los cohetes balísticos de guerra que los timbales de una orquesta sinfónica. Además, hay que escucharlos en un recinto cerrado, mientras un dron, en el interior de una sala conciertos, tiene escasas posibilidades de hacer brillantes maniobras.

Donald Trump, que aseguró que, en cuanto tomara posesión como presidente de Estados Unidos, terminaba con la guerra de Ucrania en 24 horas, no sólo no ha terminado con la guerra de Ucrania, sino que el mosaico internacional está en un ambiente más bélico que cuando comenzó a cachondearse de Zelenski, con esas groseras maneras de patán que gasta el millonario hijo de millonario. Todos los políticos catetos suelen coincidir en hábitos semejantes y, ante este grave problema que afecta a la OTAN, Trump ha reaccionado como nuestro ministro de Transportes Óscar Puente, cuando se le paran los trenes, y ha escrito en Internet -o mandado escribir- la siguiente frase: "¿Qué pasa con Rusia? ¡Allá vamos!". No me imagino que esta falta de aparición pública, ante un grave ataque al espacio aéreo de un país miembro de la OTAN, y responder, como un escolar adolescente víctima de un acoso, con un whatsapp creo que le haya producido graves preocupaciones.

Prueba de ello es que, hace unos días, Putin cesó a su ministro de transportes y, poco tiempo después, el ministro aparecía muerto. Dicen que se suicidó. Es normal. La gente que desagrada a Putin, le critica o le disgusta, tiene una gran facilidad para recibir un balazo, caerse por una ventana y matarse o morir de frío en una cárcel. Pero lo que me inquieta de Putin no es su serenidad para admitir estas coincidencias, sino que tampoco parece que la agrade nadie de su familia, porque a su lado no hay una esposa, ni unos hijos, ni siquiera un hermano músico al que darle empleo en algún sitio, sin que tenga que ir a trabajar. Hasta Hitler, en aquél septiembre de 1939, tenía una mujer, Eva Braun, y se casaría con ella, horas antes de sucidarse, pero a Putin no le veo yo suicidándose con alguien a quien ame. Ni a Trump. Por cierto, todos estos de la paz, y de joder la Vuelta Ciclista, me gustaría saber qué piensan de este ambiente tan parecido al comienzo de una contienda, que se extienda por todo el planeta. Podrían irse a tomar por Moscú. Con varias pancartas, claro, y una bandera Palestina.

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