Un equipo de investigadores del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterrey (MBARI) ha descubierto tres nuevas especies de pez caracol en las aguas profundas del Pacífico, a más de 3.200 metros de profundidad. El hallazgo, publicado en la revista Ichthyology and Herpetology, incluye al pez caracol rugoso, el pez caracol oscuro y el pez caracol liso.
El descubrimiento fue posible gracias al uso de cámaras robóticas submarinas y al vehículo de control remoto Doc Ricketts, que en 2019 avistó por primera vez a un extraño pez caracol de color rosado en el Cañón de Monterey, a unos 100 kilómetros de la costa de California Central. Posteriores investigaciones han confirmado que se trataba de una especie previamente desconocida: el pez caracol rugoso.
Este ejemplar, una hembra adulta de 9,2 centímetros, fue capturado y analizado en laboratorio mediante técnicas de microscopía, tomografía computarizada y secuenciación genética. El equipo combinó información morfológica, genética y de imagen para diferenciarlo de todas las especies descritas hasta ahora, confirmando su singularidad.
Los peces caracol pertenecen a la familia Liparidae, con más de 400 especies registradas en todo el mundo. Se caracterizan por su cuerpo gelatinoso, una gran cabeza y una cola estrecha. Muchas especies poseen un disco en el vientre que les permite adherirse al fondo marino o incluso a otros animales, como cangrejos de aguas profundas. Habitan desde zonas someras hasta fosas oceánicas extremas, ostentando el récord del pez que vive a mayor profundidad, a más de 8.300 metros.
El pez caracol rugoso destaca por su color rosado, su cabeza redondeada con ojos grandes, sus aletas pectorales anchas y una textura corporal rugosa. El pez caracol oscuro (Careproctus yanceyi) presenta un cuerpo completamente negro, cabeza redondeada y boca horizontal. Por su parte, el pez caracol liso (Paraliparis em) posee un cuerpo largo y comprimido lateralmente, sin disco de succión y con una mandíbula marcadamente angulosa.
Este descubrimiento amplía el conocimiento sobre la biodiversidad de los océanos profundos y confirma que, incluso en hábitats extremos y poco explorados, la vida continúa revelando formas inesperadas de adaptación.