Sin ir más allá en la interpretación de los aspectos técnicos de la cuestión, que afectan a la adopción de medidas cautelares por riesgo de fuga y destrucción de pruebas, conviene hacer dos precisiones.
Una, la fallida intención de colaborar con la Justicia que había anunciado el exsecretario de Organización del PSOE. Y otra, que la prisión provisional comunicada y sin fianza dictada este lunes contra Santos Cerdán, significa que ni el juez que dictó prisión provisional ni el fiscal que la solicitó se han creído el inverosímil relato paralelo de quien fuera alter ego político de Pedro Sánchez en el PSOE.
El dicho relato, desplegado con todo lujo de detalles a preguntas de su defensor (no del juez ni del fiscal, al parecer) no nos sacaba de dudas. La deposición de Cerdán ante el juez Leopoldo Puente, instructor del llamado caso Koldo, nos trasladaba la imagen de una víctima.
Nadie hubiera dicho que estamos hablando del personaje que, según el juez, el fiscal y las acusaciones particulares, desempeñó un papel central en una trama de corrupción que empezó en Navarra, acabo parasitando el poder inversor del Estado y estos momentos es un baldón que arrastra el todavía Presidente del Gobierno por su grado de proximidad con los personajes empapelados judicialmente en este sórdido caso. Sin que se sepa por donde va a salir el sol a partir de ahora. Dicho sea, en relación con las tres sombras negras que planean sobre su imagen de político acorralado. Una, su propia imputación. Dos, financiación ilegal del PSOE. Y tres, uso de fondos europeos en los apaños de la ya deshecha cordada tóxica Ábalos-Koldo-Cerdán.
Hasta que el fiscal pidió la prisión provisional y el juez la concedió, el paso de Santos Cerdán este lunes por el Tribunal Supremo fue el de quien no tenía nada que ocultar. A lo largo de la mañana insistió en presentarse como una víctima de la gente mala que le tenía ganas solo por su noble profesión de progresismo al servicio de los demás.
Con toda desenvoltura había sostenido ante el juez del Tribunal Supremo que jamás participó en apaños relacionados con adjudicaciones de obra pública a cambio de mordidas. Y, por supuesto, que no se reconoce en los audios de la vergüenza que denuncian episodios de lesa inmoralidad, respecto a los que el investigado había respondido con dormilonas excursiones por los cerros de Úbeda. Algo absolutamente reñido con la posición de la Fiscalía, que sitúa a Cerdán en el centro de la trama, al considerarle "gestor operativo de una red de cobro de comisiones ilegales.
Una buena noticia es que la Fiscalía, cuestionada por su presunta connivencia con el Gobierno de Sánchez, ha hecho el papel institucional que le corresponde acusando en nombre del Estado. Incluso con una cierta indignación ante las evasivas del investigado.
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