“Atrás queda la tierra”, el dolor, la violencia y la pérdida del exilio venezolano

“Atrás queda la tierra”, el dolor, la violencia y la pérdida del exilio venezolano

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define ‘memoria’ en su primera acepción como la “capacidad de recordar”, y en la tercera, habla de la “exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto”. Con estas dos definiciones podemos entender que Arianna de Sousa-García (Puerto de la Cruz, Venezuela, 1988) utiliza su última novela, “Atrás queda la tierra” (Seix Barral, 2025), para dejar por escrito la historia de millones de personas que arrancaron sus raíces de Venezuela para llevárselas a otra parte. De hecho, como si de una extensa carta se tratase, la también periodista utiliza la literatura para reflejar todas las etapas del exilio venezolano. 

La autora –que vive en Chile desde 2016– muestra en esta obra de desarraigo la vida de quienes perdieron un hijo, dejaron atrás un sueño, murieron de hambre, lloraron de dolor o sufrieron la opresión del régimen. “Atrás queda la tierra” es el testimonio de una nación en crisis, relatado por una madre a su hijo, un niño que no se siente parte de un solo país, sino de todos a la vez. Mientras su realidad se desmorona, la narradora entrelaza recuerdos, palabras e imágenes para dar forma a una conmovedora obra de no ficción que explora el dolor de la violencia. 

“Escucha con paciencia a quienes te precedieron, habla con muchos de ellos, con cuantos puedas”, dice la autora y también protagonista. Es como si se tratase de una llamada de atención a su hijo, para que no se olvide de dónde viene, por qué se fue y a dónde va. “Es importante que siempre busques en más de un lugar, que siempre escuches a más de una persona, que pruebes de más de una manera”.

Una novela cargada de testimonios

Mientras relata su experiencia más personal frente al exilio, la venezolana entrelaza las memorias personales, testimonios y referencias de quienes, como ella, tuvieron que partir hacia un horizonte donde sí parecía salir el sol. “Atrás queda la tierra” es una amalgama de voces y perspectivas que permite al lector introducirse de lleno en la complejidad de estas crisis que acompañarán a millones de personas para el resto de su vida. 

De hecho, al igual que en las investigaciones periodísticas, Arianna de Sousa-García incluye historias reales –con fuentes oficiales– del dolor y la violencia de aquellas personas que tuvieron que abandonar sus raíces para encontrar un mundo mejor. Un lugar donde crecer sin miedo, e incluso poder estudiar o trabajar; algo que para ella tampoco fue nada fácil.

Algunos de sus testimonios, como los morochos García, “murieron de tristeza”. La tristeza de ver partir a tus seres queridos, de enfrentarte a la soledad, de la crudeza de un régimen que ahoga. Esta obra es, sin duda, el reflejo del dolor de una nación fragmentada. Una novela que, con un estilo sobrio, logra humanizar lo que hasta ahora solo parecía un recuento de personas que se han exiliado a Chile, Perú o Colombia para poder “ofrecer otra vida” a sus hijos, “una de frutas posibles”, como relata la venezolana.

Un país oscuro y un éxodo “fácilmente ignorado”

“Atrás queda la tierra” también se sumerge en la oscuridad que envolvió al país durante cinco días debido a los apagones masivos. “La noche más oscura estuvo precedida por otras y ya teníamos experiencia en respirar de a poco, en llorar bajito para no despertar a los niños; lo que no nos esperábamos era que, llegado el momento, viviríamos una noche de cinco días, la peor en la historia del país”. 

Pero la oscuridad no acaba aquí. Como plasma la autora en el papel, las dificultades de los venezolanos continúan incluso después de cruzar la frontera. “Nos fuimos donde pudimos irnos, donde nos llegaron los pies” y, sin embargo, este éxodo sonoro y masivo, fue “fácilmente ignorado e incluso condenado por casi todos nuestros hermanos soberanos de la libertad”, cuenta la novelista con la voz rota, llena de dolor.

En definitiva, la autora y periodista venezolana utiliza la literatura como un reflejo exacto de su memoria y la de todos aquellos que algún día vivieron la violencia de un régimen que les obligó a partir hacia un “mundo mejor”. Hambre, violencia, tristeza, dolor y muerte se unen en una novela de memoria para no olvidar el pasado y, sobre todo, para no estar condenado a repetirlo.

@estaciondecult 

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