El Rastro: más de 250 años de cultura intangible en Madrid

El Rastro: más de 250 años de cultura intangible en Madrid

Ni en una subasta, ni en el Museo de El Prado, El Rastro ha sido, con probabilidad, el único lugar de la capital de España en el que en algún momento fue posible adquirir un cuadro pintado por Francisco de Goya por apenas 6 euros (1.000 de las antiguas pesetas).

Para celebrar sus 250 años de historia y los 15 años de la Asociación Intercultural del Rastro de la madrileña Ribera de Curtidores, su presidente, Mario Agreda, ha grabado un documental sobre el popular espacio que se proyectará próximamente en el Foro permanente de Naciones Unidas en Nueva York.

En el acto de presentación del documental, que ha tenido lugar en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Agreda ha denunciado el "abandono" que sufre el Rastro, "totalmente descuidado", en su opinión, por el Gobierno municipal de Ana Botella.

Para potenciarlo, Agreda ha propuesto a la Comunidad de Madrid convertir el espacio madrileño en el que se puede comprar casi de todo en 'Bien de Interés Cultural intangible' y elevará a la UNESCO la petición de que sea declarado "Patrimonio oral e inmaterial de la humanidad".

En la actualidad, entre 4.000 y 5.000 personas trabajan en el Rastro, que hereda su nombre de los rastros de sangre que dejaban los curtidores al tratar las pieles de las vacas en el mercado de hace casi tres siglos.

El Rastro fue, a los ojos del escritor Ramón Gómez de la Serna, un "sitio ameno y dramático, irresistible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos e inservibles".

Los 'trastos' que Gómez de la Serna describía en su obra 'El Rastro' son hoy vinilos, cuadros, muebles antiguos, joyas o abrigos de segunda mano en los que aún se puede encontrar en sus bolsillos un tiquet o unos chicles olvidados por su antiguo propietario.

También libros firmados por su autor, o marcados, donde se aprecia el pico vuelto de una hoja que marca una pausa o interrupción de su anterior propietario, un subrayado que testimonia el lugar en el que con más detenimiento se detuvieron sus ojos o un pensamiento que lo deslumbró y que trató de retener.

Esa amalgama de objetos que dejaron de tener valor o que fueron vendidos por sus antiguos dueños se mezclan en los puestos del Rastro con piezas artesanas como las coronas que forja en metal Manuel Manceras, vendedor habitual en el mercado madrileño.

El Rastro es "un gran negocio" para Madrid y el sector artesano "insustituible", asegura en el documental Manceras, para quien "hay que preservar la cultura intangible" del popular mercado que se celebra cada domingo en los Barrios de Lavapiés y Embajadores.

Pese a haberse convertido en una seña de identidad de la capital, el Rastro también se ha erigido en una cita obligada para los turistas nacionales y extranjeros: "He vendido piezas a personas de todas partes, desde Japón a Estados Unidos", cuenta en el filme un vendedor.

Prueba de este cruce de culturas, que refleja el documental, es que entre las riadas de curiosos que rondan entre los puestos se encuentran músicos que interpretan desde fandangos españoles hasta canciones de la banda estadounidense Creedence Clearwater Revival con un claro acento anglosajón.

Sin embargo, la canción por antonomasia que describe este peculiar mercado madrileño es 'Una, dos y tres' del cantautor madrileño Patxi Andión, que ha sido galardonado con un premio de la Asociación intercultural del Rastro de Madrid por su relación con con el mercado.

Un mercado que volverá a abrir sus puestos repletos de objetos de toda índole el próximo domingo, como viene ocurriendo en Madrid desde hace casi 300 años.

 

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