Identidad, memoria y pérdida en “Otra versión de ti”, la nueva novela de Inés Martín Rodrigo

“Quiénes somos ante la mirada del otro”. Esa es la pregunta a la que responde la escritora y periodista Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) en su última novela, cuyo título ya antecede la importancia que cobrará la percepción externa en el libro “Otra versión de ti” (Destino, 2024). Esa misma cuestión es la que presentaron la autora y Laura Barrachina, periodista cultural, en Gran Vía a principios del mes de abril. Acogidos por el espacio que Fundación Telefónica siempre ofrece a la cultura, los asistentes reflexionaron acerca del enigma, al tiempo que Martín Rodrigo y Barrachina lo “destripaban” –tomando sus mismas palabras–.
Familia, apego y comunión, conjugados con pérdida, dolor y memoria son los temas con los que la ganadora del Premio Nadal 2022 –recibido por “Las formas del querer” (Destino, 2022)– vertebra esta nueva novela. Inés Martín Rodrigo presenta un argumento que cabalga entre la realidad y la ficción dentro y fuera de las páginas, puesto que la trama no puede entenderse desligada de la intrahistoria de la misma. Tan solo con el repertorio de fotografías que nos regala el libro demuestra que la autora se confunde con su protagonista, separadas y unidas por el hilo de la literatura.
“Otra versión de ti” sigue a Candela en la búsqueda por desentrañar quién fue su madre, que fallece de cáncer cuando ella tiene catorce años. Casi tres décadas después y con la reciente pérdida de su padre por la misma enfermedad, Candela siente la necesidad de desempolvar sus recuerdos y los del resto. Decide entonces escribir un libro sobre la figura de su madre, tomando para ello el testimonio de todos aquellos que la conocieron e, incluso, de los que solo escucharon hablar de ella. No obstante, en medio de esta tarea, Candela desaparece y solo deja a su rastro los relatos, propios y ajenos, que ha logrado transcribir. Es Andrea, su pareja, quien los lee, asumiendo el papel de narradora.
Por tanto, Andrea toma las riendas de la historia desde la primera línea y lo hace empleando una segunda persona con la que apela a Candela. Durante todo el libro, Andrea lee el diario de su novia en voz alta, para que los lectores también puedan conocerlo y conocerla. De esta forma, Martín Rodrigo presenta a la protagonista a través de la visión de su pareja y, a su vez, Candela dibuja a su madre con las declaraciones que va reuniendo. “Otra versión de ti” abarca múltiples perspectivas, pero filtradas siempre por el prisma de Andrea. Ella es la única que tiene realmente la palabra, mientras que el resto de personajes se construyen a partir de la mirada de los demás. La obsesión de Candela por escribir su novela se traslada en la obsesión de Andrea por entenderla y, en consecuencia y, con suerte, encontrarla.
El planteamiento queda entonces claro: reavivar a las personas, con todo lo que ello supone –voz, imagen, olor, gustos, manías, sentimientos– en base a los recuerdos de otros. Siempre del “otro”. Y quizá ahí reside el gran conflicto al que se enfrentan tanto Andrea como Candela: la otredad es, por naturaleza, ajena. ¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción? “Los hechos son fiables. La memoria de lo que sucedió, no”. Ambas intentan obtener una verdad universal y objetiva, pero también las dos terminan comprendiendo que esta es una tarea más difícil de hacer que de contar.
La volubilidad de los últimos capítulos no precisa a dónde se dirige la resolución de la novela y de los grandes temas que se han ido mencionando a lo largo de la misma, dejando una estela de reflexiones que no llegan a culminar. No obstante, las ideas que Martín Rodrigo propone con esta recopilación inconexa de testimonios conducen al lector a reavivar un dilema que, en este caso, sí es universal. Carlos Ruiz Zafón ya sentenció que “solo recordamos lo que nunca sucedió” y, simultáneamente, que “existimos mientras alguien nos recuerda”. En este sentido, cabe añadir que la escritora pone en valor la obra de grandes nombres de la literatura, sirviéndose de sus palabras para intentar plasmar las suyas. Carmen Laforet, Annie Ernaux o Jaime Gil de Biedma residen en sus letras, compartiendo con ella lo que este último había escrito: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde (…) ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”. Autora y protagonista lo comprenden: “Mi madre no volverá a ser joven. Yo tampoco”. Este análisis se completa unido a la presentación mencionada, en la que dejaron claro que la vida no solo sucede, sino que también “nos sucede, nos descoloca y nos ubica”.
A pesar de que Candela se aferre a su deseo por materializar la versión definitiva de su madre, ella, en realidad, sabe que nunca podrá. No del todo. No en primera persona. Y tampoco esto sería fiable. La memoria reside siempre en esa segunda persona que emplea Andrea. En la imagen construida a partir de la retroalimentación del resto con la propia. Los recuerdos son la única pertenencia real que tiene el ser humano y, sin embargo, son tan variables, tan susceptibles a la ficción, a la reconstrucción e incluso al olvido, que solo la confianza ciega en ellos puede asegurar su continuidad y, asimismo, la nuestra. Y por ello precisamente son tan valiosos para configurar la identidad. Quiénes somos ante la mirada del otro y quiénes somos cuando dejan de mirar.