Fernando Marías: “Nos educamos a través del dolor”

Fernando Marías: “Nos educamos a través del dolor”

En un día de lluvia otoñal, el escritor Fernando Marías (Bilbao, 1958) nos espera en uno de los cafés que habitan la plaza de Tirso de Molina, la misma que aparece descrita en “Arde este libro” (Ed. Alrevés, 2021), su última obra. El local es castizo, decorado con reproducciones de Toulouse-Lautrec. Las vistosas vidrieras dejan pasar la luz gris de esta mañana de sábado. Madrid todavía duerme. El silencio se rompe por la máquina de café que calienta la leche a los primeros transeúntes. Pensativo, sentado en una mesa de madera y ladrillo visto, el novelista se sirve un té caliente.

Encima de la mesa descansa el libro de Marías. Ese que tantos años le costó redactar, entre tinieblas y sufrimiento. Se publicó en septiembre y desde entonces no ha dejado de producir impacto en sus lectores. Se trata de una autobiografía: Verónica, “la mujer más importante de su vida”, cae en un alcoholismo profundo en el mismo momento el que él decide no beber más. Es el relato de una toxicómana y un ex toxicómano. Se separan. Pasa el tiempo. Uno sobrevive y la otra no. Cuando Verónica falleció, su hermana le llamó para darle la noticia y decirle que la habían incinerado con su libro. Al colgar abrió un documento y escribió: “te incineraron con una novela mía entre las manos”, la primera frase de “Arde este libro”. Cerró el archivo y se dedicó a reflexionar en cómo se cuenta un suceso tan duro. “En mí nació la imagen de la mujer de mi vida incinerada con mi novela ardiendo”. Puede parecer novelesco, una ficción sin precedentes, pero se trata de un episodio real de la vida de Marías. La necesidad de contar este episodio pululaba por su mente ya desde años atrás. No tenía claro qué quería narrar exactamente y por el camino del descubrimiento hizo “un libro de calentamiento” llamado “La isla del padre” (Seix Barral, 2016), en el cual recrea su infancia para homenajear a su padre. Tardará alrededor de dos años en decidir qué detalles tienen que estar y otros cuatro-cinco en trabajar la escritura a fondo. Lo más importante del proceso creativo de esta novela es la profunda indagación en la intimidad del autor. 


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211207 entrevista fernando marias 2La terapia de la escritura

“Muchas de las cosas que estaban enterradas en mi memoria se ponen en primer término en mis órganos y me provocan alteraciones físicas y emocionales”: eso es lo que, según nos cuenta Marías, le produjo el ver su libro editado e impreso. “Cuando los muertos, que son importantes en tu vida, se van, la realidad es que no se van del todo”, reflexiona el autor con un aire de melancolía en su mirada. Además de esas “turbulencias físicas” el libro le ha aportado dos pensamientos muy interesantes. Por un lado, una reflexión sobre la literatura gótica: cuando Edgar Allan Poe llora en la tumba de su amada muerta, lo que tan bien representa Rebeca, la idea de la amada fallecida que sigue anclada en el otro, es lo mismo que ha sentido Fernando Marías. Ese género no es de ficción, es un sentimiento real que se tiene y se describe tal así es. “Es una mujer con la que he convivido 25 años, pasando por el amor más luminoso a la desdicha, a la desgracia, al abismo más atroz. Uno puede haber pasado de amarla a odiarla, luego de recordarla con cariño, pero jamás le será indiferente y jamás se va, no se ha ido, todavía está”, explica Marías entre el bullicio de la taberna que ya se va llenado de gente con ansias de un café. Por otro, lo que más le emociona es haber descubierto que lo que ha escrito es contra el olvido de ella. “De pronto un día me di cuenta –cuando acabé el libro– de que es una persona que pasó por mi vida y me dio mucho. En lo que soy hay una parte muy importante de ella y de alguna manera, eso es otro conocimiento muy fuerte, fui yo –no voluntariamente– quien la lanzó a un lugar del que no salió. Fui yo quien le enseño a beber, lo cual es algo que arrastro. Nadie es responsable de nadie, pero yo le dije que se bebiese la primera copa”. Pensó que sería algo fascinante que la novela sirva para que ella no sea sepultada por el olvido: “Es una elegía de alguien que no fue cantante, ni escritor, ni famoso, pero sí una buena persona”.

Por esto último, Marías también explica que ha ido suavizando la culpa, pero todavía no ha desaparecido del todo. Ha aprendido a convivir con ella. “Más que terapia, los libros son salvadores en el sentido en que te miras a ti mismo y siempre observar a tus oscuridades es algo bueno”. Se dio cuenta de que hay algo muy terrible de su generación y país: su muerte tuvo que ver con la carencia de proyectos de futuro. Verónica necesitaba un propósito de vida, pero cuando empezaron a estar juntos, en España la educación que recibían era algo así como decir: “si yo ya voy a ser el Spielberg español, ella para qué tiene que tener un proyecto”. De eso sí se sigue sintiendo culpable. “Si Verónica hubiera tenido una ferretería no habría muerto”, afirma con una lánguida sonrisa. Por suerte la parte de culpa que le queda es más teórica que veraz; no le hace sufrir por las noches. 

Su culpa se ablanda porque Marías considera que el hecho de contar su historia, de comprenderla en su profundidad, le hace pensar que él ya ha pedido perdón. “Hay una necesidad biológica casi del ser humano en lo que concierne al perdón”. No sabe si ella le perdona, pero él ha cumplido consigo mismo y con su conjunta historia de amor. El escritor explica que uno de los retos que planteaba el libro es crear un crescendo emocional. “Hay tres partes claras: la primera, la felicidad; la segunda, la oscuridad; y la tercera, la fantasía literaria. Hay tres desenlaces claves: uno en el que está escribiendo el propio autor, el que transcurre en la fantasía, luego, el dinero que da a los mendigos, que sucede en la realidad y el final que logra un desenlace de la memoria, representado por la escena de Costa Rica. Hay un cierre en el que la imagen última de ella, que va hacia la luz del mediodía y yo voy detrás, representa que al final ella se murió en 2012 y yo moriré algún día. Ahí nos volveremos a encontrar”. 

“Hay una gran verdad: vivir juntos, un toxicómano y un ex toxicómano, es algo imposible. Hay muchos recuerdos de gran amargura.” Cuando él salió del hospital (tras unos ataques de epilepsia que cuenta en el propio libro), cuando murió y resucitó por decirlo de otra manera, ahí comprendió que si seguía bebiendo se iba a morir en tres-cuatro años y no iba a lograr el proyecto de ser escritor. “El alcohol anestesia la suerte y no se puede tener suerte profesionalmente si uno es alcohólico.” Se iba a morir sin dejar casi nada, solo una novela publicada. Eso afectaba mucho a su dignidad y a su valor personal. Pensaba en el sufrimiento atroz de sus padres. Ellos le apoyaron cuando tomó la decisión de ir a Madrid para ser un gran director de cine y no podía permitir que, veinte años después, llamarán a su madre diciendo que su hijo se había muerto borracho en una esquina: “me parece importante señalar que la sociedad no tiene claro que el alcoholismo es una enfermedad”. Estas dos cosas le ayudaron a dejar de beber. 

211207 entrevista fernando marias 3El dolor necesario

“Nos educamos a través del dolor. El dolor es necesario”. Según Marías el dolor es una señal para que nos demos cuenta de que hay un problema, nos enseña. “La sublime sencillez de decirle a alguien que te quiere, que tienes un problema y te gustaría contárselo. Cada vez que lloras estás afirmando tu ser y tu identidad”. Aunque, después de lo mucho que ha sufrido, confiesa que sigue creyendo en el amor, lo que pasa es que “el amor sublime se vive solo una vez”. Tiene distintas fases en relación a la edad. “El amor de la juventud es más físico y más jugoso, es lo que sentimos cuando decimos ‘nos comeremos juntos el mundo’ y el amor de los 70 es decir que ya hemos recorrido el mundo por separado y ahora nos juntamos para recorrer lo que nos quede”. Quiere dejar claro que lo importante es la comunicación y la conversación. “Las relaciones que no tienen conversación se desangran”. Uno puede sentir mucho, pero si no tiene nada de que hablar con la otra persona, eso “se derrumba como un castillo de lágrimas”.

Se escucha el bullicio de fondo. Las máquinas de calentar la leche trabajan sin parar. Madrid ya se ha despertado y nosotros ya hemos desgranado su libro más importante. Hablar sobre temas tan relevantes como el amor, la culpa, el perdón y el dolor se convierte en algo cálido de esta mañana otoñal. Hablar con Marías es como encender la chimenea en un día de invierno. “Todavía no se ha inventado una máquina que no haga tanto ruido, pero sí somos capaces de ir a la luna”, dice Marías con tan buen humor que casi me olvido de que la mañana había amanecido con nubes.

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