Dice el refrán que el que espera se desespera y ese parece ser el estado de ánimo que acompaña al líder de la oposición.
No faltan razones que justifican esa impaciencia. En primer lugar, la deriva política autoritaria de Pedro Sánchez, un presidente de Gobierno que manifiesta estar dispuesto a seguir sin contar con el apoyo parlamentario suficiente para aprobar los Presupuestos. Se lo acaba de reprochar Felipe González.
Por otra parte, tampoco asume responsabilidad política alguna por los casos de corrupción que le rodean: la entrada en prisión de Santos Cerdán, número dos del PSOE y el procesamiento en el Tribunal Supremo de José Luis Ábalos, predecesor de Cerdán en la secretaria de organización del partido. Por no hablar de los que gravitan sobre su entorno familiar. Sánchez incluso se permite acusar de prevaricación a los jueces. Y no pasa nada. O no pasa lo que en buena lógica democrática debería pasar: reconocer errores, pedir disculpas, convocar elecciones y dejar que los ciudadanos decidieran en qué manos debería continuar la gobernación de España.
Pero eso, de momento, no va a pasar y ése es el origen del desasosiego del líder de la oposición. Inquietud que sin duda refuerzan los sondeos de opinión, que de manera sostenida apuntan una ventaja notable del Partido Popular respecto del PSOE. Ventaja que proyecta un escenario en el que el PP con el apoyo de VOX alcanzaría mayoría parlamentaria absoluta rozando los doscientes diputados. Pero qué incluso sin concurso del partido que dirige Santiago Abascal los populares podrían gobernar en minoría. Son esas expectativas demoscópicas las que alientan la impaciencia.
Saber esperar es un arte al que invitaba Baltasar Gracián cuando dejó escrito que la espera prudente sazonaba los aciertos. En ese registro tengo para mí que Núñez Feijoo haría bien en indicar a algunos de sus colaboradores más cercanos que rebajen el pistón. En línea con la mejor tradición democrática británica: menos discursos apocalípticos y más propuestas del "gobierno en la sombra". Aunque a la vista de la deriva autocrática que ha emprendido cueste creerlo: Sánchez también pasará. Es cuestión de tiempo.