La industria de la desvergüenza se desmorona en torno a Sánchez. Lo último es el portazo de Junts, por boca de Miriam Nogueras, la corresponsal de Puigdemont en la capital de España.
Así responde a los humillantes ritos de apareamiento escenificados por el Presidente del Gobierno en medios catalanes.
Primero fue ese patético acto de contrición pública. Reconocía los incumplimientos de su contrato con Junts. Anunciaba (por su cuenta y riesgo) el retorno de Puigdemont para el mes de abril. Asumía como suya la asignatura pendiente del "conflicto" ("Catalonia is not Spain"). Y, en fin, por aquello de que obras son amores, colaba en el Consejo de ministros ciertas concesiones de mayor autogobierno para Cataluña.
Se llama oportunismo. Tan descarado como el stress-test al que Sánchez somete a una militancia y unas falanges mediáticas desconcertadas por sus genuflexiones el prófugo de Waterloo.
Hablo de humillación porque, veinticuatro horas después de tan ostensibles ritos de apareamiento, Nogueras declaraba en rueda de prensa este miércoles que las cosas siguen igual, que ya pasó el tiempo de decir mucho y no hacer nada, que las relaciones de su partido con el Gobierno están rotas, que no habrá nuevas negociaciones para desatascar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado y que, en definitiva, "estamos donde estábamos la semana pasada".
El portazo de Junts nos remite de nuevo a la debilidad parlamentaria de este Gobierno. Pero ninguna novedad se ha producido en relación con la única eventual causa de muerte política de Sánchez: una moción de censura de la aspirante apoyada por los siete diputados de Junts. Ni media palabra Nogueras sobre eso (Feijóo no es su tipo). Ni media palabra de Sánchez tampoco sobre una eventual convocatoria anticipada de elecciones generales.
¿Qué supone esta situación? Está claro: inestabilidad, incertidumbre, descrédito de las instituciones. Miel sobre hojuelas en la doctrina del nacionalismo catalán, pero con Sánchez en el poder, cuya predisposición a arrodillarse ante quien sea por seguir en La Moncloa siempre puede darles alguna alegría inesperada.
En la Moncloa lo explican de otro modo. Siguen en la pervertida lógica que tiende a relacionar necesidad y virtud. Hace tiempo que el braceo de Sánchez por mantenerse en el poder desbordó esa relación.
No es la senda virtuosa la que le inspira. Es la desesperación pura y dura por si la espantada de Junts no le permite durar hasta 2027. Aunque sea al precio de levantar oleadas de vergüenza ajena entre la militancia socialista. Y aunque tenga que humillarse personalmente renunciando a su propia autoestima.
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