Cincuenta plazas que ilustran el Madrid más vetusto
Entre Callao y Cascorro y entre Santa Ana y Oriente, hay medio centenar de plazas de todo tipo y tamaño, un entramado que atraviesa una enorme diversidad de eras y estilos y del que da cuenta Manuel Bejerano en un libro que sirve como atlas ilustrado del Madrid más vetusto.
'50 plazas del viejo Madrid' (Ediciones La Librería) abre los ojos del madrileño y del turista al singular patrimonio arquitectónico de la capital, y propone tres rutas para conocer estos rincones dedicados desde hace siglos al encuentro, el ocio y el mercadeo.
El libro cuenta con una enorme cantidad de acuarelas y dibujos que acompañan el texto y están firmados por el propio Bejerano, que en una entrevista afirma que "muchos madrileños de pro, nacidos aquí o con muchos años vividos aquí, no conocen ni la mitad de las plazas".
Bejerano, arquitecto técnico ya retirado, explica que se embarcó en este proyecto para aunar sus tres grandes aficiones: la pintura, la escritura y los paseos por Madrid.
La capital, afirma, es una ciudad muy 'paseable' que siempre le ha "apasionado" y de la que ha intentado transmitir una visión "agradable", aunque "sin ocultar, en ocasiones, los puntos oscuros que tiene".
"Desde pequeño" le gustó pintar, pero más tardío fue su afecto a la redacción, que comenzó a practicar hace un lustro tras poner fin a su carrera laboral, y desde entonces ha escrito varios relatos cortos.
Los últimos dos años los ha dedicado a '50 plazas del viejo Madrid', donde pretendía contar "el origen" y "la historia" de estos lugares de la ciudad y, a la vez, animar a los lectores "a andar un poquito".
Una abundante biblioteca personal sobre Madrid sirvió a Bejerano como base documental, y acumuló un abundante repertorio propio de fotografías en las que basar sus ilustraciones, que estarán expuestas al público hasta el próximo 31 de octubre en el Colegio de Aparejadores de Madrid.
Bejerano también realizó "a mano alzada" los planos que sirven como referencia para los paseos, confeccionados bajo criterios "entre geográficos y prácticos".
Así, el primero de los recorridos propuestos por el autor va desde la Puerta del Sol hasta la plaza de San Francisco, haciendo escala en enclaves célebres como Santa Ana, Jacinto Benavente, Tirso de Molina, Cascorro o La Paja.
El segundo paseo también parte de la Puerta del Sol, pero en este caso se queda en el área central del Madrid antiguo y pasa, por ejemplo, por la Plaza Mayor, la plaza de la Villa o la de San Miguel, para concluir en Herradores.
Y la última ruta transcurre entre la plaza de la Marina Española y la Gran Vía, previa parada en las plazas de Oriente, Isabel II, San Ginés, Santo Domingo, Callao o El Carmen, entre otras.
Sin ánimo de constituir una "guía turística" al uso, el libro contiene múltiples referencias a anécdotas, edificios e incluso restaurantes y bares de interés, algunos de los cuales se cuentan entre los locales con más solera de la capital, como Lhardy, Casa Paco, el Café Central, Casa Lucio o la chocolatería San Ginés.
Aunque las 50 plazas que recoge la obra se distribuyen en una extensión relativamente reducida, Bejerano destaca la heterogeneidad del conjunto: nada tienen que ver los elementos mozárabes de las plazuelas más antiguas, como la de San Nicolás, con los principios urbanísticos contemporáneos que rigen espacios como Callao.
Hay plazas grandes, como la majestuosa Mayor, y pequeñas, como San Javier y sus exiguos 180 metros cuadrados; las hay construidas para colocar un mercado, como La Cebada, y estructuradas en torno a una iglesia, como la de Santiago; y las hay tranquilas y ajardinadas, como la del Biombo, y bulliciosas a cualquier hora, como la Puerta del Sol.
Por eso, dice Bejerano, es imposible quedarse con una sola. "Si es para tomar cerveza me quedaría en Santa Ana; para descansar o leer tranquilamente el periódico hay plazas como la del Conde de Miranda o Barajas; tomarte un café en la plaza de Oriente es una maravilla; y, si estoy aburrido y simplemente quiero ver gente, pues a la Plaza Mayor", concluye.
