El pintor búlgaro Vasil Vasilev-Zouek presenta su exposición en Madrid: “Mi mundo es el de la imaginación”

En las pantallas y teatros de Bulgaria su nombre resuena con fuerza. Vasil Vasilev (Sliven, 1965), más conocido por su seudónimo “Zouek” es un actor, cómico, presentador de televisión y artista. Todos recordamos los míticos programas de nuestra infancia y adolescencia, con su rostro en la televisión, transformándose en personajes variopintos para hacernos reír. Ha formado dúos, parecidos a Martes y Trece, que han marcado una época en la historia del humor de Bulgaria.
Desde el año 2021, España se ha convertido en su hogar y durante la pandemia de Covid-19, la pintura, una de sus pasiones, resurgió para encontrar cabida profesional en su vida. Desde ese momento, Vasilev se dedica al arte y ha vendido ya más de 300 cuadros. Ha expuesto sus lienzos en varias galerías de Bulgaria, en Estados Unidos y España.
Hoy inaugura su primera exposición en Madrid –se podrá ver durante todo el día–, que lleva por título “Mi Mundo” en el Centro Cultural Lope de Vega. Sus cuadros hablan de la importancia de la amistad, del amor, de la libertad. Cada pincelada es un susurro de su mente creativa que busca entender el complejo tejido de la existencia humana. En los distintos rostros de los Don Quijote que pinta, se reflejan no solo la locura y la bondad, sino también la búsqueda de un propósito más allá de lo tangible. El artista rinde homenaje a esa lucha eterna entre la ilusión y la realidad, recordándonos que, en lo absurdo de los grandes soñadores, a menudo se esconde la verdad más pura. Madrid Actual ha podido visitar la exposición y hablar con el pintor sobre su llegada al país, sus lienzos e inspiraciones.
PREGUNTA.- ¿Qué le llevo a la decisión de mudarse a España? Usted tenía una gran carrera como actor en su país natal. Ha sido presentador de programas con mucha audiencia. ¿Por qué decidió dar ese paso?
RESPUESTA.- No fue una decisión repentina. Hubo mucha preparación detrás. ¿Las razones? Hay muchas, por supuesto. Pero las principales son dos. La primera es por mi hijo. Empezaba primero de primaria y teníamos que decidir en qué momento exactamente dejar Bulgaria. Queremos que tenga una mejor educación y un entorno más sano. La segunda razón es que no veo que la situación social y política de Bulgaria vaya a mejorar en los años próximos. O al menos durante mi vida. Creo firmemente que mejorará en un futuro, claro. Pero a corto plazo, no lo creo.
P.- ¿Qué es lo que más le gusta de España? ¿Por qué eligió este país?
R.- En primer lugar, me gusta la tranquilidad. Nuestro temperamento y mentalidad balcánicos son de un nerviosismo exagerado. Somos gente nerviosa. No podemos pensar con calma sobre las cosas porque creemos que cuanto más rápido sucedan, mejor serán. Me gusta esa calma que se respira aquí. Ese “mañana” que no está claro cuándo llegará, y puede que no llegue, pero no importa. Esa creencia de que lo que hay en ese instante es lo más maravilloso del mundo. Ya llevamos 3 años en España y me pregunto: ‘¿no es eso lo más importante?’ Pasar tiempo con tu hijo y tu mujer. Salir al jardín, cocinar la cena juntos. ¿Qué hay mejor que eso? España es un país enorme. Llevamos dos años seguidos viajando a diestro y siniestro: quizás no me alcance la vida para verlo todo. España es muy diferente en todas sus partes. Y en eso se esconde su encanto. Cuando bajas a Málaga no se parece en nada a cuando subes a Galicia. Todo es distinto. Si repasas la historia de España, naturalmente, entiendes por qué es así. Y todo lo que ha pasado aquí tiene su explicación.
P.- ¿Desde cuándo pinta? Hábleme de su pasión por el arte.
R.- Llevo dibujando desde que era pequeño. Profesionalmente desde hace 4 años y medio. ¿Cuál es la diferencia? Llevo toda la vida dibujando durante el poco tiempo libre que he tenido. Normalmente sólo en verano, y únicamente en lienzos pequeños. Sin embargo, cuando llegó la pandemia del COVID-19, había que tomar decisiones rápidas, cambiar y pensar en el futuro. Radost Kotseva, una amiga, galerista en la galería U P.A.R.K., en Plovdiv [ciudad búlgara, a 150km de Sofía], me propuso si quería hacer una exposición. Me asusté un poco y le pregunté de qué tamaño debían ser los cuadros. Me dijo que alrededor de 50x70; al principio pensé que eso es demasiado para mí. Tuve que hacer 25 cuadros de ese tamaño en dos meses. Hice 42 en un mes [ríe]. Entonces me di cuenta de que la exposición podría funcionar. Pero cerraron las galerías y todo el país debido a la pandemia. Tuvimos que posponer la exposición en cuestión; no tuvo lugar hasta medio año después, en mayo. Así que decidimos “colgar” los cuadros en Facebook para ver cuál iba a ser la respuesta de la gente. Dijimos: ‘si hay muchas críticas negativas, simplemente no haremos una exposición’. Sin embargo, el recibimiento fue estupendo. Y básicamente vendimos todos los lienzos de esa exposición en dos meses. Ambos estábamos muy sorprendidos. Así empezó todo, de forma espontánea.
P.- ¿Por qué ha titulado la exposición que se podrá ver hoy “Mi mundo”?
R.- La exposición está dedicada al 24 de mayo. Es la fiesta búlgara más significativa, el día de la cultura búlgara. Pero, por pura organización, no pudimos hacer que la exposición se presentara el mismo 24. Se llama “Mi mundo” porque mi mundo es un poco más, diríamos, anormal [entre carcajadas]. Yo diría loco. No olvidemos cuál es mi profesión. No soy pintor; soy actor. Llevo toda la vida haciendo esto. He sido director, dramaturgo y escenógrafo. Mi mundo es el mundo de la imaginación. Y cuando alguien ve la interminable fila de payasos que he alineado en los lienzos, se da cuenta de que en realidad es un mundo irreal. Y es el mundo de un loco que se tropezó accidentalmente con Madrid [ríe].
P.- ¿Quizás este mundo es un poco el mundo de Don Quijote también? Y por ello está muy presente como figura en su pintura…
R.- Sí. Se podría decir que sí. No creo, gracias a Dios, que me parezca a Don Quijote. Pero me siento muy cerca de él. Por su romanticismo y sus ideales. Por su creencia en el amor y la sinceridad y, sobre todo, por su humanidad. Amaba con locura a la gente. Tengo más de 70 cuadros con su figura pintada de diferente manera.
P.- ¿Y echa de menos actuar, estar en el escenario...?
R.- No, al menos no por ahora. Cada vez que me hacen esa pregunta intento explicar por qué no me falta. Y no lo entiendo del todo. Quizás los últimos años, y me refiero a los últimos 20, me he agotado demasiado. Esta es la verdad. Trabajar en televisión es muy cansado, junto con los ensayos diarios y demás. Quizás necesitaba un largo descanso. Por otro lado, el arte que hago a través de los lienzos satisface de alguna manera esa pasión que en su momento me hizo luchar por convertirme en actor. Es lo mismo para mí porque es el mismo lenguaje. Incluso los análisis que hago de mis cuadros, antes de pintarlos, son prácticamente los mismos que cuando pienso en cómo realizar una escena de una obra de teatro o de una película.
P.- Hay algo de surrealismo en sus lienzos. Pinceladas de Dalí o Chagall. ¿Puede ser?
R.- No sé con exactitud cuál es mi estilo. Me lo han preguntado mucho. Creo que mi estilo es, si es que existe, el del arte naíf. Pero también hay algo de surrealismo e impresionismo. Una especie de “sur-naifismo”, si es que existe.
P.- Lo inventaremos si no existe...
R.- “Sur-naifismo”, me gusta [ríe]. Un amigo mío inventó una palabra que me hace mucha gracia: “zouekismo”, que viene de mi apodo “Zouek”.
P.- ¿Cómo hace realidad una idea en un cuadro?
R.- De muchas maneras. A veces pinto dos personas relacionadas o una haciendo algo, alguna acción, actividad. O me viene una idea que es muy amplia y no sólo expresa mis pensamientos, mis angustias, mis observaciones. Suelo partir de una imagen concreta que me viene a la mente. En mi caso es muy extraño. Antes de pintarlas, veo las figuras en movimiento, como en una película, en blanco y negro. No tengo ni idea de por qué no es en color. Y son realistas. No me estoy imaginando a estos bichos raros que pinto, sino a gente normal [entre carcajadas].
P.- ¿Y cómo se convierte esta “gente normal” en las que ha pintado?
R.- Es que tengo una mirada un poco peculiar. En el teatro también era así. Si tuviera que dibujar su pelo (porque es rizado), no lo pintaría tal cual es. Estaría revuelto, hacia arriba. Cuando tengo que dibujar algo concreto, pienso en cómo dibujar esa cosa de forma que sorprenda al espectador, exprese lo que quiero y al mismo tiempo sea muy interesante. Entiendo que es difícil de entender. A mí también me cuesta. Y me resulta extremadamente difícil. Menos mal que la pintura acrílica se seca muy rápido y puedo pintar encima [risas]. Pero, creo que ese es el camino a seguir.
P.- ¿Qué pintores han influido en su pintura?
R.- Muchos. Todos me han influido. Empezando por los impresionistas, casi todos. Los surrealistas; Dalí naturalmente. Chagall es el que está más cerca de mi corazón. Todo su arte naíf, con los tonos de oleada de colores que utiliza…Luminosos y pastel al mismo tiempo. Tenemos algo en común con Dalí. No diría que me gusta. Pero no puedo evitar admitir que su creación en sí misma es un arte único. Sus imágenes son definitivas y emblemáticas. Son el tipo de pensamiento que se tiene una vez en la cabeza de un artista. Otro pintor búlgaro que me ha influido mucho es Kolio Karamfilov. Es un hombre que aúna la imagen y la idea hasta tal punto que llega al cartel sin ser cartelista. Su arte es de un simbolismo extraordinario, un arte naíf brillante y sencillo.
P.- ¿Cuáles son sus exposiciones futuras?
R.- Después de la exposición de Madrid haré una gran exposición junto con otra artista, Valentina Vecherka, que vive en Austria. En septiembre expondremos juntos en la Casa Wittgenstein de Viena. En noviembre haré una exposición en el ayuntamiento de Palma de Mallorca. Y posiblemente, el año que viene, habrá otra en el Instituto Búlgaro de Cultura en Roma.
Me alegraría que mi arte, de alguna manera, diera fuerza y vitalidad a la gente. Porque los cuadros que pinto tienen un único propósito: hacer feliz a las personas. Eso es suficiente.