Tirar la toalla (pero en las arenas de La Mareta)

 Tirar la toalla (pero en las arenas de La Mareta)

Me permito discrepar de algunos comentarios que consideran que Pedro Sánchez salió fortalecido, relativamente, de su comparecencia parlamentaria de este miércoles.

El hecho de que ninguno de los socios, excepto quizá Podemos, haya dicho explícitamente que retira su apoyo a la gobernación del PSOE no significa desde luego que el Gobierno pueda presumir de estabilidad presente y menos futura. El debate, además de parlamentariamente aborrecible, fue un fiasco, en el que ni siquiera logró el presidente convencer de que sus medidas contra la corrupción signifiquen una verdadera voluntad de regeneración de la maltrecha vida política española.

Es más: ni siquiera ha quedado claro que Sánchez haya entendido el mensaje que la sociedad, a través de los medios, le está lanzando y que los propios 'socios' de Gobierno pusieron de manifiesto en sus intervenciones: su manera de ejercer el poder no gusta. Las actitudes prepotentes y chulescas, las ocultaciones de hechos palmarios -como los incumplimientos de la Constitución-, la actitud belicosa con una oposición que, ciertamente, tampoco se distinguió por su elegancia en el debate, mostraron claramente que el ADN del peor Sánchez -se supone que hay también un Sánchez bueno, claro- está intacto.

No, Sánchez, pese a sus meditaciones sobre presentar una dimisión, suponiendo que tales meditaciones en verdad se hayan dado, no tira la toalla. Bueno, sí, la tirará sobre las arenas de la playa de La Mareta, que dentro de unos días visitará para unas vacaciones que falta le hacen, a juzgar por su talante super crispado. No me atrevo a pronosticar nada, porque con Sánchez uno siempre se equivoca, pero me parece que no pasará muchos más veranos en la residencia oficial en Lanzarote. Digan lo que digan los partidos que le apoyan a trancas y barrancas, la situación del presidente es insostenible a medio y hasta a corto plazo.

Y yo, lo confieso, salí bastante triste, como ciudadano y como español, de otra oportunidad perdida de hacer parlamentarismo y política de los buenos. En los discursos en nuestro recinto Legislativo se habla demasiado de prostíbulos -no, no me gustaron las apelaciones de Feijóo al suegro del presidente-, de mafias, de corrupciones, de paseos en barco con narcos. Y muy poco de las necesarias reformas para que nuestra democracia siga siendo la de un país normal, avanzado y moderno. Aquí, en cuanto a malas prácticas políticas, nadie tira la toalla, descuiden. Y nosotros, los ciudadanos, tampoco la tiramos; y de eso se aprovechan.

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