A un año de la prematura muerte del pensador italiano Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958 - Cosenza, Italia, 2023) –quizá, tras Umberto Eco, el más reconocido de nuestros tiempos–, puede ser oportuno recuperar “George Steiner, el huésped incómodo” (2023, Ed. Acantilado), una obrita de apenas cien páginas que pasó como de puntillas y que recoge cinco entrevistas del italiano a su amigo George Steiner (Paris, 1929 - Cambridge, 2020), singularmente una realizada –escrita y reescrita– con la condición de que solo viera la luz tras el fallecimiento de Steiner. Todas ellas aparecieron en el “Corriere della Sera”.
Un rasgo definitorio del ingente legado que constituye la obra de George Steiner es su carácter experiencial. El pensador franco-austriaco reflexionó sobre las lenguas, la cultura y el sentido de ser hombre desde una primera persona, desde sus lecturas, desde su condición de hijo de judíos exiliados, desde su experiencia de ingreso en esa gran babel centroeuropea del periodo de entreguerras. Hizo de la reflexión sobre su destino, un monumento a la alta cultura, en el más noble sentido de la palabra.
Pero la vitalidad intelectual y, de alguna manera, física de Steiner había quedado mermada con los años de manera que éste había tomado la determinación de apartarse de la vida pública y, desde entonces, solo conocíamos lo que aparecía en contadas entrevistas. Ahí entra en juego Ordine, que era verdaderamente amigo de Steiner y lo era por el debate intelectual que, durante años, mantuvieron (“es bueno discutir, hostigarse”, dirá Steiner en este libro). Por eso el italiano pudo escribir con afecto y nostalgia que “dos años después de su desaparición, Steiner continúa presente en mi vida y en la de muchísimos lectores que lo amaron”.
Aunque lo cierto es que es difícil suponer cómo va a tratar el tiempo su obra y legado. Porque a su condición de ciudadano global –y por tanto de ningún sitio–, a la difícil definición de un pensamiento omniabarcante pero desestructurado hay que sumarle la condición de “huésped incómodo”. La lectura de Steiner es siempre sugerente, refuerza las propias convicciones del lector y, a la vez, critica otras de ellas: de origen judío y antisionista, abierto a la trascendencia, pero escéptico del más allá… Steiner nunca ofrece lecturas tranquilas, sino que exige a quien se acerque a ellas estar con la misma tensión con que se acude a un combate de boxeo.
En estas entrevistas el lector se encuentra a un hombre aterrorizado por la posibilidad de pérdida de las capacidades intelectuales, recluido para no mostrar debilidad, preocupado por la muerte de su perro, arrepentido de no haberse atrevido a la creación literaria… Pero también aparece el pensador lúcido que reflexiona sobre Europa y la necesidad de su pervivencia como potencia cultural, sobre las derivaciones –indeseadas para él– de cierto feminismo, sobre el valor absoluto del lenguaje cinematográfico.
Da un poco de vértigo, especialmente para aquellos lectores que ya tengan unos años, saber que este libro contiene conversaciones de dos muertos. Y apena un poco ver el pensamiento encogido de un gigante como Steiner. La sinceridad de sus respuestas, la falta de necesidad de fingir una alegría que a veces no tenía, también son el resultado de un pensamiento experiencial. Y, desde luego, otro “huésped incómodo” para nuestras reflexiones.