El coreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) sorprendió hace ya 10 años con una serie de obras que ofrecían, con un discurso fresco, tremendamente original, un diagnóstico crítico sobre la cultura contemporánea desde variadas perspectivas. Pero no es posible –ni deseable– ser siempre sorprendente, de manera que en los últimos volúmenes el lector ya está acostumbrado a su estilo asertivo, a la combinación “inesperada” de autores, por decirlo así, del canon filosófico, con artistas que no lo están y, todo ello, relacionado con noticias recientes. Y su lector habitual también está acostumbrado a las cuatro o cinco “ideas-marco” sobre las que construye su juicio cultural.
El pilar de su última obra “La crisis de la narración” (Herder, 2023) es, precisamente, una de esas claves de interpretación recurrentes: cuando la lógica del capitalismo –en su vertiente más extrema– fagocita una realidad humana, ésta acaba convertida en mercancía, es susceptible de ser comprada y vendida, tiene un precio que fluctúa según las tendencias del mercado y, no menos importante que lo anterior, se puede comparar esta mercancía con cualquier otra, por más que la naturaleza de los términos de comparación sea, a priori, incomparable.
De la aplicación de este principio han nacido algunas de sus obras más famosas, singularmente aquellas –“La sociedad del cansancio”, principalmente– en las que defiende que el hombre contemporáneo se ha convertido en “mercancía de sí mismo” de manera que él es quien se autoexplota, consiguiendo la obra más perfecta de la doctrina capitalista. En esta ocasión el coreano examina la vertiente narrativa de la persona, constitutiva de la misma, para denunciar que ha pasado a ser pura información: transparencia pura. Y que el componente de misterio, de explicación de uno mismo, de palabra de sentido, de “mythos”, en fin, que tiene la narración ha desaparecido, bien en las fauces de la mercantilización del relato –la creación de la “historia” de una marca comercial–, bien en la eliminación de la distancia que cada narración impone, por medio de su conversión en información, en lo explícito.
Como en otras ocasiones, el volumen del coreano es tremendamente sugerente. Y se debe celebrar que haya publicado este volumen que, de alguna manera, hace olvidar la decepción de los dos anteriores. Lo cual no significa que en “La crisis de la narración” no aparezcan algunas sombras en sus planteamientos: hablar de la palabra, como don misterioso de las personas, y de las narraciones –del mito al relato– no es algo que, después de 25 siglos de reflexión –entre, por ejemplo, Steiner y Platón– pueda hacerse en dos pinceladas. Que el significado del lenguaje y de su articulación narrativa es nuclear en nuestra propia manera de ser, forma parte de una intuición generalizada. Y advertir de los efectos que su mercantilización produce en toda una civilización es una intuición que, por más que no sea original, es interesantísima. No será, por tanto, el primero en hacerlo, pero desde luego que resulta magnético: incluso para ponerle pegas, la lectura de este autor siempre nos estimula a pensar. Y esto, desde luego, merece ser celebrado.