En el discurso actual sobre las artes (y humanidades), el término “posmodernidad” tiene un halo positivo, se asocia al ingenio y a la perspicacia. Para el escritor y periodista británico Stuart Jeffries (Reino Unido, 1962), autor del nuevo ensayo “Todo, a todas horas, en todas partes. Cómo nos hicimos posmodernos” (Taurus, 2023) el término es “un movimiento que desdeñó la perspectiva moderna”.
El concepto “posmodernismo” se aplicó a un movimiento que no sólo rechazaba los valores y gustos de la modernidad, sino que los reformulaba de un modo que el autor describe como “vertiginoso, lúdico y libidinoso”. “Un despliegue de color y de entrecomillados que llegaba para reemplazar a las hectáreas de hormigón brutalista de la modernidad”. Es decir, podría parecer progresista en su demolición de jerarquías, pero en realidad relega sumisamente la verdad en la sentencia de que cada vez somos más presos a nuestros deseos, alejados de lo que pensamos que es la libertad.
Un ejemplo de ello es el colorido arte pop de Andy Warhol, inspirado en la estética publicitaria, y el enfoque en el género y la experimentación con múltiples identidades de David Bowie. La historia se vacía y las jerarquías se derrumban. Sin embargo, no es casualidad que la década de 1970 también anunciara la llegada del thatcherismo, artífice del renacimiento y el florecimiento renovado de los valores neoliberales.
“En nuestra era del neoliberalismo desindustrializado, esa forma de biopolítica ha quedado obsoleta, defiende el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han. […] El capitalismo ha descubierto que no tiene que mostrarse represivo, sino seductor, y ahora, en vez de decirnos que no, nos dice que sí; en vez de prohibirnos cosas a base de mandamientos, disciplina y escasez, parece que nos permite comprar todo aquello que queramos cuando queramos, convertirnos en lo que queramos y cumplir nuestros anhelos de libertad”, escribe en la introducción del libro para explicar su perspectiva sobre el término.
El volumen presenta su argumento a través de una serie cronológica de capítulos, que comienza en 1971 y termina en 2001, con capítulos intermedios que cubren aproximadamente cada tres o cuatro años y revelan cómo el posmodernismo emergió gradualmente de las formas culturales tradicionales a los nuevos medios. Su crecimiento, “incestuosamente” relacionado con el consumismo y el culto al libertarismo, alcanza su apoteosis en Amazon, Facebook y Twitter. Arraigado ideológicamente en la economía ensalzada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el posmodernismo encontró apoyo filosófico en un libro de Félix Guattari y Gilles Deleuze, Anti-Edipo (1972), que hizo estallar la noción de identidad como algo fijo y estable. Deleuze y Guattari consideraban que su libro era políticamente revelador, ya que encontraba un vector revolucionario en lo liberador, pero no supieron ver cómo las promesas de libertad a través de la transgresión llevaban el deseo al mercado como nunca antes.
Es un libro repleto de referencias filosóficas, sociales y políticas, y su abanico de materiales es realmente impresionante: los videojuegos “Grand Theft Auto”, la serie de comedia de Sarah Gubbins y Joey Soloway, “Amo a Dick” (Amazon Prime, 2016) también entran en escena y la alegre historia cultural occidental de medio siglo hace que la lectura sea agradable sin ser superficial. La circularidad inherente al posmodernismo se ilustra nítidamente en la autoparodia en la que acabó participando Salmon Rushdie cuando apareció la serie cómica de HBO de Larry David, “Curb Your Enthusiasm”, en 2017.
El cine de Tarantino es señalado como emblemático de nuestro tiempo por la forma en que el director, en palabras de la autora americana Bell Hooks –que Jeffries cita– “refleja el verdadero nihilismo de los tiempos. Representa lo último de la ‘blanquitud cool’: una visión cínica y dura que pone a la vista de todos el racismo, el sexismo, la homofobia pero que procede como si ninguna de esas mierdas importara realmente, o, en caso de que importe, no significa nada porque nada de ello va a cambiar […]”. Jeffries admite las películas de Tarantino como geniales y elegantes, pero moralmente vacías.
También escribe sobre el grupo Sex Pistols, Madonna, la guerra del Golfo, Netflix y muchos temas más que va desgranando con una investigación profunda y bien trabajada y con teoría intelectual de fondo. “Todo, a todas horas, en todas partes” es un ensayo muy sugerente que analiza los últimos 50 años de nuestra sociedad y examina de qué manera el deseo se ha convertido en derecho y en qué momento la opinión importa más que la propia realidad. Su análisis del postmodernismo es erudito, astuto y apasionante.
El periodista sostiene que el posmodernismo y el neoliberalismo son dos caras de la misma moneda y argumenta que ambas ideas participan activamente en la producción y configuración de una época concreta de la historia occidental reciente, desde el eclipse del consenso posterior a la Segunda Guerra Mundial y el auge de una ideología más fuerte y favorable al mercado hasta el mundo en que vivimos hoy. En definitiva, “Todo, a todas horas, en todas partes” es una detallada y convincente historia de terror de la amalgama de los dos paradigmas intelectuales más dominantes del último medio siglo. Cualquiera que se considere una persona informada (o se proponga serlo) lo encontrará divertido y valioso.