Con una nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el New National Theatre Tokio, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Teatro Massimo di Palermo, el teatro madrileño se despide del 2022 con la aplaudida ópera “La Sonnambula” (1831) de Bellini (1801-1835), una reputada representación del belcantismo romántico.
El estreno, ayer, terminó con una gran euforia y ovación pues tras finalizar la obra el público aplaudió durante casi diez minutos al elenco, encabezado por la soprano Nadine Sierra (Amina), que hizo un espectacular debut en el coliseo madrileño, el tenor lírico Xabier Anduaga (Elvino), el bajo Roberto Tagliavini (El conde Rudolfo), la mezzo-soprano Monica Bacelli (Teresa) y la soprano Rocío Pérez (Lisa). También se han llevado un largo aplauso la directora de escena, Bárbara Lluch, y el responsable de la escenografía Christof Hetzer, junto con el director musical, Maurizio Benini. Los espectadores, conmovidos por la excelente fuerza vocal y técnica del canto operístico de los protagonistas, lanzaron ramos de flores desde el anfiteatro a Sierra y Anduaga.
La ópera semiseria en dos actos se desarrolla en una aldea Suiza y muestra la historia de amor entre Amina y Elvino que se ve interrumpida por la entrada de esta en el cuarto del conde Rudolfo, en un estado de sonambulismo. Momento en el cual su futuro esposo cree que se trata de una infidelidad. Mientras tanto, Lisa, la propietaria de la posada –quien siempre ha querido casarse con Elvino– se aprovecha de la situación y tras la supuesta traición de Amina, los dos deciden llevar a cabo su boda. Todo se rompe cuando el conde Rudolfo afirma que Amina no le ha sido infiel a Elvino y explica al pueblo qué es el sonambulismo y en este instante la protagonista aparece dormida en la cornisa alta de la casa. Todos comprenden que él no miente.
Hay una costumbre algo fatigosa hoy en día de interpretar obras de siglos pasado con un pensamiento actual. Como es este caso de Bárbara Lluch, que ha decidido que en el final del segundo acto el conde viole a Amina –aunque en el libreto salga que él no se aprovecha de ella en ningún momento, reprime sus deseos sexuales, y la deja durmiendo en su cama, abandonando la estancia– o que haya elegido un final abierto y que la protagonista realmente no declare su amor a Elvino –como sí pasa en la obra original– por la desconfianza de éste en el primer acto. Se ha interpretado esta nueva puesta en escena como “feminista”, algo “revolucionaria” y “alternativa”, que va contra el machismo del siglo XIX. Al fin y al cabo, en el arte también se respira esa idea ardua de que, para que algo sea aplaudido hoy en día, tiene que llevar polémica en su esencia.
Tampoco se trata de una aldea bucólica ni de un pueblo idílico de las montañas suizas. Un gran árbol preside el primer acto, con una sensación de oscuridad y tinieblas. La naturaleza tiene el poder de evocar. Como si la naturaleza hubiera sido “maltratada”, como Amina lo es por Elvino, su novio “celoso-compulsivo”, según la representación, en la escena en la que muestra su rabia por el conde Rudolfo. Es como si los árboles estuvieran talados. En el romanticismo el ser humano se siente impotente e indomable por la naturaleza. En esta “Sonnambula” la que menos manda en las pasiones es la naturaleza.
Lo que sí está conseguido con una considerable delicadeza es el ballet (maravillosa la coreografía de Iratxe Ansa) que acompaña a Amina en sus episodios de sonambulismo. Los bailarines hacen de sombra moviéndose alrededor de Amina mientras se encuentra dormida y representan sus miedos e inquietudes interiores. A través de esta técnica se consigue trascender la realidad física a través de la imaginación y el subconsciente del personaje, pues Amina canta en sueño y expresa su sentimiento de amor y sufrimiento por su amado.
El éxito de esta reproducción es indudable y así lo ha demostrado el público en su estreno. El reparto de lujo y una melodía de una pureza inenarrable y una ternura infinita – que se encuentra entre las más inspiradas de Bellini– hacen que el Teatro Real salga de este año por la puerta grande.