El hilado tradicional del esparto, declarado bien de interés cultural en madrid

La Comunidad de Madrid ha reconocido oficialmente el Hilado Tradicional del Esparto como Bien de Interés Cultural (BIC), incorporándolo al catálogo de Patrimonio Cultural Inmaterial.
Esta distinción, aprobada por el Consejo de Gobierno en su reunión de finales de mayo, ya ha sido publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM), consolidando un paso clave en la protección de este legado ancestral.
Rescate de una memoria tejida con fibras vegetales
El hilado del esparto es una técnica artesanal milenaria que ha estado estrechamente ligada a las comunidades del sudeste madrileño desde tiempos remotos. Su origen se remonta hasta la Edad del Cobre, y ha sido especialmente cultivada por las mujeres, quienes lo aprendían desde niñas en el ámbito familiar. A través de esta declaración, la Comunidad de Madrid busca salvaguardar una práctica que, aunque hoy sobrevive en manos de personas mayores, sigue siendo un hilo conductor de la memoria colectiva de muchos municipios.
Un oficio vivo en el paisaje del sureste
Este arte se basa en el aprovechamiento de dos plantas autóctonas, la atocha (Stipa tenacissima) y el albardín (Lygeum spartum), muy comunes en zonas semiáridas como Colmenar de Oreja y Villarejo de Salvanés. En estos lugares, el hilado del esparto aún forma parte del paisaje cultural, mantenido vivo mediante talleres, ferias y demostraciones que transmiten no solo la técnica, sino también la historia y los valores de quienes vivieron de ella.
De la piedra al torno: una técnica que perdura
El proceso artesanal del hilado comienza con el machacado del esparto sobre una piedra lisa. Tras humedecerlo y sujetarlo bajo el brazo, se tuercen manualmente las fibras hasta formar el niñuelo, una cuerda básica. A partir de ahí, se emplean herramientas como mazas, lanchas de machacar, aspas o el torno de corchar, en una secuencia que exige precisión, fuerza y experiencia. Incluso los residuos de este proceso, llamados “borla” o “hachos”, se reutilizaban para fabricar estropajos.
Historia de un gremio con siglos de tradición
Documentos como el Catastro del Marqués de la Ensenada (siglo XVIII) y la Encyclopedia Metódica de 1770 ya describían con detalle esta actividad en municipios madrileños como Colmenar de Oreja, Estremera o Valdaracete. Durante el siglo XIX, surgieron fábricas de esparto y un gremio consolidado en Madrid, cuyo centro era la iglesia de Nuestra Señora de Atocha.
El auge de la industria llegó con el Servicio del Esparto (1948-1959), que reguló su producción y comercialización. En aquella época, se procesaban anualmente más de 95 toneladas de esta fibra vegetal solo en Madrid. Sin embargo, la introducción de materiales sintéticos y la mecanización llevaron a su declive a partir de los años 60.
Un patrimonio que resiste el paso del tiempo
Hoy, el reconocimiento como Bien de Interés Cultural supone un respaldo a los esfuerzos por conservar esta herencia viva. Ejemplos como el Barrio Descaderado de Colmenar de Oreja, donde aún se conserva una lancha de machacar, dan testimonio tangible de una tradición que ha sobrevivido a los cambios del tiempo y que ahora forma parte del patrimonio protegido de todos los madrileños.