Demandan a Meta por usar porno pirata para entrenar su IA

Meta se enfrenta a una demanda por infracción de derechos de autor tras detectarse la descarga de contenido pornográfico protegido desde direcciones IP pertenecientes a su red corporativa.

El caso, presentado ante un tribunal federal de California por las productoras Strike 3 Holdings y Counterlife Media, acusa al gigante tecnológico de haber accedido a cerca de 2.400 películas para adultos sin autorización, presuntamente con el objetivo de emplearlas en el entrenamiento de modelos de Inteligencia Artificial.

Las demandantes, dedicadas a la producción de contenido para adultos, alegan que rastrearon 47 direcciones IP asociadas a Meta en las que se detectaron descargas masivas desde 2018 a través de redes P2P como BitTorrent. Según su investigación, estas actividades se habrían producido incluso antes del desarrollo de los modelos Llama, los sistemas de IA propios de Meta, y ahora reclaman una compensación de 359 millones de dólares.

Meta ha respondido con una moción para desestimar la demanda, negando cualquier vínculo entre las descargas y el entrenamiento de sus modelos de inteligencia artificial. La compañía sostiene que los registros presentados no prueban que se trate de una actividad institucional o vinculada a sus sistemas de aprendizaje automático. Además, subraya que los hechos datan de al menos cuatro años antes de que comenzaran a entrenarse los modelos de IA que manejan actualmente.

En su defensa, la empresa con sede en Menlo Park argumenta que el volumen de contenido descargado, aunque elevado, apunta a un uso personal y privado de algún empleado, no a un esfuerzo sistemático y centralizado orientado a la recopilación de grandes conjuntos de datos. A juicio de sus abogados, la mera coincidencia con direcciones IP asociadas a Meta no basta para atribuir responsabilidad corporativa.

El caso ha despertado atención por el trasfondo que plantea sobre los límites del uso de contenido con derechos de autor en el desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial, especialmente ante el creciente escrutinio legal sobre cómo las grandes tecnológicas alimentan sus modelos.