El tono bronco, los insultos, mentiras, insidias y descalificaciones que acompañan muchas de las intervenciones de los diputados en el Congreso describen un clima exacerbado de enfrentamiento que no presagia nada bueno.
La tensión es contagiosa y corremos el riesgo de que acabe trasladándose a la calle alterando la convivencia.
En otro contexto, lo ocurrido en la última etapa de la Vuelta ciclista es un aviso. La polarización de la vida política está alcanzando niveles que remiten a otras épocas, a los primeros compases de la Transición, cuando el panorama de la política española era un escenario dividido en dos bandos que parecían irreconciliables.
Afortunadamente aquella situación se superó porque los dirigentes políticos de entonces -los de la derecha que habían tenido un papel activo en el régimen franquista y los de la izquierda que salían de la clandestinidad y de la lucha contra la dictadura- optaron por la reconciliación. Fue un paso de gigante hacia la normalización de la vida política que consiguió encauzar el anhelo de democracia de la mayor parte de la sociedad española. La democracia era el objetivo y se consiguió con no pocos esfuerzos a pesar del acoso de las diferentes organizaciones terroristas de variado signo con predominio de las procedentes de la izquierda.
Caso señalado el de la ETA que, asesinando a militares, policías y civiles (más de ochocientos crímenes), intentó tumbar la democracia provocando un golpe de Estado que a punto estuvieron de conseguir el 23 F. Todo aquello pasó pero es memoria que a mi modo de ver no debería llevarnos al olvido. La democracia es un sistema que se basa en una serie de normas que sí en lo sustancial remiten al Estado de derecho y la separación de poderes y qué en orden a su expresión más profunda protege el derecho a la discrepancia y la libre expresión de ideas sin acudir a la violencia. Ciudadanos libres e iguales. Respeto y libertad de expresión. No todo se puede decir. Las palabras no son neutras y el insulto, las mentiras, las imputaciones en falso y las habituales descalificaciones del adversario tan pródigas estos días en las sesiones parlamentarias están creando un clima de tensión que conduce a un enfrentamiento nada deseable. Estas cosas se sabe como empiezan pero no como terminan.
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