Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) publicó su primera novela “Bajar es lo peor” con tan solo 21 años. Ha recibido reconocimientos como el Premi Ciutat de Barcelona en 2017 por su libro “Las cosas que perdimos en el fuego” y el Premio Herralde de la Editorial Anagrama en 2019 por “Nuestra parte de noche”. Esta novelista hereda la maestría latinoamericana en la composición de cuentos, destacando en el género de terror, que ha vuelto a frecuentar en su última obra: “Un lugar soleado para gente sombría” (Anagrama, 2024).
El libro es una colección de doce relatos en los que se entremezcla lo sobrenatural y la realidad, tejiendo historias terroríficamente humanas. Enríquez logra truculentas y originales creaciones, en las que muchas veces, a pesar de la fantasmagórica ambientación, lo más escalofriante para el lector resulta precisamente el reflejo de la maldad más corriente y mortal en algunos de sus personajes.
Los cuentos son independientes entre sí, pero desarrollan temáticas que actúan como hilo conductor en la obra. Llama la atención la constante presencia de la deformación física, la degradación del cuerpo y en, especial, la importancia del rostro. La violencia contra la mujer –tanto física como psicológica– es también central. Se hace patente sobre todo en uno de los cuentos más brillantes, “Los pájaros de la noche”, que comienza con el relato de la leyenda de cómo las mujeres se acabaron transformando en aves por causa de una maldición o un castigo divino.
Este cuento, según afirmó Enríquez en la presentación del libro que realizó en la Casa de América, está inspirado en antiguos mitos indígenas del lugar (Paraná). No es el único en el que la autora critica cómo tradicionalmente las mujeres son castigadas y culpabilizadas simplemente por experimentar goce. Lo vemos por ejemplo en “Julie”, en el que la protagonista, con un cuerpo no normativo, es criminalizada por disfrutar de mantener relaciones sexuales con espíritus. Se trata de una trama de lo más perturbadora y paranormal en la que la problemática de trasfondo puede recordar a la de nuestros días.
Otros ejes de la composición son la familia y la memoria. La primera, como en toda buena historia de terror que se precie, va a aparecer como disfuncional, dañina e incluso cruel. Acabando con el mito del amor que necesariamente emana del parentesco, nos encontramos con personajes en los que reina el desagrado y el egoísmo. Vemos, asimismo, el pavor ante la herencia, traumas y maldiciones que les persiguen en los genes, así como sus muertos que nunca llegan a marcharse del todo.
La historia de Argentina y la huella que esta ha dejado en la propia vida de la autora se hallan muy presentes en el libro. Una infancia transcurrida en plena dictadura ayuda a explicar esos fantasmas que acompañan a los protagonistas de las narraciones de Enríquez. Nuevamente, la relevancia de la memoria, también la histórica, de un pueblo que ha sufrido constantes periodos de convulsión política, represión e inestabilidad económica. Esta situación de pobreza e inseguridad queda reflejada en la ambientación. Así, hay que destacar la importancia de los espacios, en los que acechan todos esos espíritus del pasado.
Todas las ideas expuestas son acompañadas de unas descripciones de tal genialidad que resulta imposible no sentir un escalofrío en cada párrafo. Relatos breves, pero absolutamente redondos, que invitan a la reflexión, al mismo tiempo que hielan la sangre. Con un estilo de escritura envolvente, el lector no podrá evitar sentir cierta catarsis: la producida por el desagrado ante lo más sórdido y repulsivo, mezclado con la ansiosa necesidad de continuar leyendo.
“Un lugar soleado para gente sombría”, sin duda, es un libro que sorprende dentro del panorama literario actual. Una obra macabra y original que, recordando a la brillantez de grandes cuentistas del siglo pasado, rompe con lo cotidiano y nos introduce de nuevo en esa enormidad mágica que caracteriza la prosa hispanoamericana. Eso sí, con la peculiaridad del horror más impactante y espléndidamente construido.