El imperativo categórico es la regla moral kantiana que determina obrar a partir de una máxima que se desee como ley universal. “El imperativo categórico” (Punto de Vista editores, 2025) es también el título de la obra de Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 1973) por su curiosa protagonista: una profesora de filosofía de mediana edad en situación de precariedad. Su sueldo universitario no es suficiente para seguir viviendo sola; en una semana, debe abandonar su piso y encontrar uno nuevo en una ciudad gentrificada con precios desorbitados.
Victoria Szpunberg es una autora de largo recorrido. Licenciada en Dramaturgia y Dirección por el Institut del Teatre de Barcelona y máster en Estudios Teatrales por la UAB, dedica su tiempo a la escritura, la docencia y la investigación. Como dramaturga, muchos de sus textos —”Entre aquí y allá (Lo que dura un paseo)”, “Vulcano” y “La tercera fuga”, entre otros— han sido representados en teatros como el Teatre Lliure, La Abadía o el Centro Dramático Nacional. Su texto más reciente, “El imperativo categórico” ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática 2025 y acaba de salir a la luz en formato de libro.
“El imperativo categórico” es un retrato social con un toque terriblemente kafkiano. Clara, la profesora en los cincuenta, es arrastrada de una situación terrible a otra en una ráfaga de escenas que la ponen continuamente a prueba. Primero, una clase de alumnos que la ignoran, después, una visita a un loft tan pequeño que permite ir al váter y ducharse al mismo tiempo. Presiones en el trabajo por su comportamiento, el vecino ruidoso que no deja dormir, una cita terrible de Tinder, una segunda cita aún peor con el psicólogo y, rezumbando continuamente en su cabeza, las prisas por encontrar un piso en el que caerse muerta.
El mundo no deja de hostigar a Clara; la zarandea de un lado a otro hasta callar su ironía inicial. Ella hace lo posible por mantenerse firme, a riesgo de parecer una borde amargada, porque es la única estrategia para defender su orgullo. Como profesora de filosofía, reconoce la crisis moral de la sociedad que vive, pero su intelectualismo solo sirve de armadura temporal y no puede salvarla de las presiones de la cotidianeidad. El sistema no descansará hasta que Clara se quite la máscara de autocontrol y se humille, hasta que suplique por vivir bajo cualquier condición. La búsqueda de un piso se convierte en un viaje dantesco por los peores infiernos. Quien se haya enfrentado a Idealista alguna vez lo entenderá.
Victoria Szpunberg convierte todas las presiones en la vida de Clara en un solo personaje: el hombre. Un único actor interpreta al casero, al vecino, al profesor compañero, a la cita de Tinder, al psicólogo. Todos los hombres en la vida de Clara tienen la misma cara, todos están despersonalizados, reducidos a estereotipos, igual que su propia realidad. La obra funciona perfectamente como un dueto porque todos los hombres que aparecen son conflictos para Clara. No hay ningún Virgilio que pueda ayudarla en su bajada a los infiernos.
Con “El imperativo categórico”, Victoria Szpunberg demuestra su habilidad para, entre la crítica social y el humor negro, diagnosticar las enfermedades de la sociedad actual. La obra aborda la crisis habitacional, pero también el ambiente universitario o las presiones por ser mujer. En ese sentido, la comedia negra sirve como un aderezo ideal a temas tan delicados. “El imperativo categórico” identifica las grietas de nuestra sociedad y tira de ellas. Todo se resquebraja al absurdo como absurda es la situación de la que se parte. Y como absurda es la inacción, que se ha convertido en doctrina moral ante el problema.