San Felipe Neri: Un refugio para reconstruir vidas golpeadas por la adversidad

San Felipe Neri: Un refugio para reconstruir vidas golpeadas por la adversidad

Antonio Pantoja ha vivido tres grandes tragedias en poco más de un lustro, en 2017 perdió a su hermano.

Un año después, falleció su esposa tras varios años luchando contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad degenerativa sin cura. Y en 2021, durante la pandemia, murió su madre, sin que él pudiera despedirse.

A estos duros golpes se sumaron problemas económicos, un aviso de desahucio y varios intentos de suicidio. “Fue una etapa traumática”, reconoce. Hoy empieza a ver la luz gracias al apoyo recibido en el centro de día San Felipe Neri, gestionado por Cáritas Madrid. “Para mí fue la salvación”, resume.

Un espacio para sanar y avanzar

San Felipe Neri abrió sus puertas en abril de 2024 con el objetivo de atender a personas en situación de alta vulnerabilidad que, como Antonio, arrastran problemas de salud mental y una historia de sufrimiento acumulado.

El centro ofrece una intervención socioeducativa que busca mejorar la calidad de vida de sus usuarios, siempre respetando sus ritmos, su autonomía y su voluntad. Las personas pueden acudir cuando lo necesiten, sin imposiciones. Así lo explica Jesús Polo, quien fue su director hasta hace pocos días.

Apoyo cercano y atención integral

El proyecto se articula en torno a dos servicios complementarios. Por un lado, el equipo de proximidad, formado por un psicólogo y un trabajador social, se traslada a parroquias para conocer a las personas y establecer un primer contacto. Por otro, está el espacio abierto, ubicado en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, con un horario de 9 a 18 horas.

En este espacio físico se ofrece acompañamiento intensivo a quienes lo necesitan: desde acceso a duchas, comida, ordenadores o zonas de descanso, hasta atención psicológica o ayuda para tramitar recursos sociales. “El objetivo es que puedan estar en condiciones dignas y seguras durante el día”, detalla Polo.

Además, el equipo profesional trabaja adaptándose a cada situación: restablecer vínculos familiares, acceder a ayudas económicas o superar una soledad profunda. Actualmente, 48 de las 60 plazas disponibles ya están ocupadas.

Un punto de inflexión

Antonio Pantoja fue uno de los primeros en acudir al centro. “No salía de casa, no hablaba con nadie. Aquí encontré cariño y comprensión”, cuenta. Después de años enfrentándose a una burocracia que le impedía recibir atención psicológica rápida, San Felipe Neri se convirtió en su segundo hogar.

Luis Eduardo Oviedo, otro de los usuarios, lleva apenas dos semanas en el centro, pero ya se siente parte del proyecto. Procedente de Colombia, vivió una situación extrema que lo obligó a rebuscar en la basura para comer. “Aquí ayudo en lo que puedo: cocino, limpio el jardín… Estoy agradecido por la comida, pero sobre todo por el ánimo que me dan”, expresa.

Diversidad de historias, un objetivo común

El perfil de quienes acuden a San Felipe Neri es muy variado. La edad de los usuarios oscila entre los 18 y los más de 70 años. Y aunque las patologías son distintas —depresión, ansiedad, esquizofrenia, trastorno bipolar—, muchas de ellas están marcadas por contextos sociales difíciles: desahucios, separaciones o aislamiento.

Algunas personas tardan meses en incorporarse con regularidad, mientras otras asisten a diario desde el primer momento. Para facilitar esa integración, el centro cuenta con profesionales como Diana Herranz, trabajadora social desde el inicio del proyecto. “Hay pocos espacios donde se contenga el sufrimiento emocional de la gente. Eso es lo que intentamos ofrecer aquí”, afirma.

Las actividades que se proponen —fotografía, cocina, excursiones a la piscina— se ofrecen siempre de forma voluntaria, respetando los tiempos y los deseos de cada persona.

La labor de los voluntarios

Los voluntarios también juegan un papel esencial. Ana García, ex auxiliar de vuelo jubilada, lleva más de un año colaborando con Cáritas. Su misión: divulgar el proyecto en las parroquias. “Les damos herramientas para identificar posibles señales de problemas de salud mental y así activar la red de apoyo del centro”, explica.

Un espacio de reencuentro con uno mismo

Tanto Pantoja como Oviedo coinciden en que San Felipe Neri ha supuesto un antes y un después. “Ahora hablo con todo El Mundo, me siento feliz”, dice Oviedo. Y Antonio lo resume con emoción: “Necesitaba a alguien que me escuchara, que me tratara con cariño. Eso encontré aquí”.

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