Elvira Navarro: entre la pérdida, la literatura y todo lo que las une

Elvira Navarro: entre la pérdida, la literatura y todo lo que las une

Elvira Navarro (Huelva, 1978) es considerada una de las voces más destacadas de la literatura española contemporánea; se encuentra entre las escritoras más aplaudidas del momento. Y no es para menos. Cuenta con el Premio Andalucía de la Crítica y el Premio Jaén de Novela, ambos otorgados en 2010. En este mismo año, su nombre se coló entre los veintidós mejores narradores en lengua española menores de treinta y cinco, publicados por la revista “Granta”.

Además, fue nominada al National Book Award de literatura extranjera en 2021 por “La isla de los conejos” (2019) y la popularidad de su novela “La trabajadora” (2014) le valió el reconocimiento y consolidación de una literatura altamente prometedora y multitraducida (inglés, francés, italiano, sueco, turco, japonés y coreano). Su estilo se ha adaptado a numerosos planos de la escritura, tanto literarios, donde conjuga novela y relato, como periodísticos y críticos. 

Gracias a que afortunadamente Navarro no la consideró como inoportuna, pudimos presentarle algunas cuestiones acerca de su última novela: “Las voces de Adriana” (Random House, 2023), ya reseñada en este periódico. En ella la autora se sumerge en el sentimiento de desarraigo que precipita la pérdida. En una búsqueda por afrontar los vacíos que van llenándola, Adriana repasa en tres bloques (los mismos en los que se divide la trama) los ejes que perfilan su actual soledad: el padre, la casa y las voces. A través de ellos consigue comprender las claves de la ausencia y evaluar los vínculos externos, pero también internos, que crea. Siente la caricia del abandono aproximarse mientras cuida a su padre enfermo y, al mismo tiempo, la sacuden los recuerdos de su madre, su abuela y el hogar que las vio crecer. Navarro traza un recorrido muy preciso mediante el que pretende dejar constancia de la importancia de la memoria familiar, el conocimiento del pasado y la autopercepción del dolor. Las voces que provienen de fuera no hacen más que proyectar lo que uno ya lleva dentro. 

Y aquí es donde se inicia la conversación. Un viernes a las once y media, una mañana nublada se cuela en una semana, hasta entonces, de bastante sol. Conectadas ambas en el portátil, intercambiamos los agradecimientos que preceden a la primera pregunta.

¿En qué momento sabes que el dolor que transmites en el libro puede materializarse en ficción? ¿La escritura es una prueba de que ese dolor se ha superado o es una forma de canalizarlo? 

No es tanto de que se haya superado, pero sí de que te has distanciado. Es una forma de pensarlo y también de poder permitirte hacer ficción a partir de las vivencias propias, que para mí es necesario. Yo nunca he escrito un libro exactamente autobiográfico. En “Las voces de Adriana” he metido mecanismos de ficción porque necesitaba tener la libertad de separarme de los acontecimientos si la narración lo requería. Para tener esa libertad tengo que haberme separado a su vez de los propios acontecimientos y, más o menos, necesito que pasen entre ocho y diez años desde que ocurre algo hasta que puedo inventar sobre ese algo. 

¿Es absolutamente necesario que haya un componente autobiográfico para escribir una novela o puede ser completamente imaginado? 

Yo creo que siempre tiene que haber conocimiento. Creo que la posibilidad de incurrir en tópicos, prejuicios o lugares comunes es muy alta. En casi cualquier libro los autores escriben sobre lo que saben. No digo que sea imposible salirse completamente del contexto propio, ya que creo que todo es posible. Sin embargo, tengo mis dudas. Un libro puede basarse en muchas cosas que conoces de primera mano, aunque no te hayan sucedido a ti, pero sí creo que tiene que haber una base de conocimiento. El narrador debe dar la impresión de dominar lo que cuenta. Si no, está perdido. Luego hay autores capaces de hacer personajes muy distintos a sí mismos, pero, en general, lees cualquier libro y son sospechosamente parecidos. 

En “Las voces de Adriana” se reflexiona sobre la memoria familiar y lo importante que es para configurar a una persona. ¿Cómo de relevante es para formar la identidad? 

Yo creo que no te puedes escapar de esta memoria familiar. Te puede haber sido verbalizada o puede haber pasado a ti desde lo que no se dice, desde los silencios o desde las cosas contadas a medias, pero es que una identidad es un relato. Nosotros nacemos en un contexto donde padre, madre, abuelos, etc., todos son relatos. Además, el conocimiento que tenemos de ellos es a través de la palabra. Los seres humanos nos estamos comunicando todo el rato. Lo que transmitimos de nosotros mismos son palabras y lo que nos han contado está funcionando desde que somos pequeños, la manera en la que se dirigen a nosotros, la cosmovisión que tienen, los valores, las historietas familiares, etc. Las identidades son relatos. Es el relato que se ha contado una y otra vez, la mezcla de esos relatos. No es que sea solo uno solo, sino que hay veces en las que hay varios y la persona que lo recibe lo reconfigura según su temperamento. Entones, es fundamental. Creo que procedemos de cuerpos y de relatos. 

Una vez Adriana comprende precisamente los relatos de su madre y de su abuela, deja de verlas tanto en esos roles y más como personas. ¿Es importante que la familia nos hable de su pasado para empatizar con ella y entenderla? 

Sí, yo creo que tenemos necesidad de comprender lo que sucede en general y, además, creo que es saludable que entendamos por qué determinadas personas tienen determinadas conductas. Y no hablo solo de conductas negativas, también positivas. Todo tiene una explicación. En el momento en el que visualizamos esa historia, somos capaces de ir más allá del rol que esas personas ejercen con nosotros y verlas desde fuera. Bueno, es que así las concebimos ya como personas individuales. En una familia, cuando eres pequeño todavía y las personas que te rodean son solo tu madre, tu padre, el abuelo, tienes que hacer un esfuerzo por ver lo que fueron o lo que todavía son más allá del rol que tienen contigo. A veces es difícil verlo, por lo que creo que aquello que te cuentan ayudan mucho a separarte de lo que ellos han ejercido contigo y lo que tú les has colgado como “sambenito”.

Además de las voces familiares, se habla en el libro de las voces de las redes sociales. ¿Son un método de evasión o un reflejo de lo que ya llevamos dentro? 

Yo creo que son sobre todo lo segundo. Cualquier actividad que hacemos los humanos nos refleja: llevamos fuera lo que somos. Entonces las redes sociales, en primer lugar, son un reflejo de nuestra manera de pensar, de cómo nos relacionamos, de cómo funcionan los prejuicios, etc. También son un reflejo de nuestra necesidad tan grande de socializar. Si no fuéramos seres tan sociales, las redes no tendrían el papel que ahora mismo tienen. Lo que ahora se dice en las redes sale incluso en las noticias. Pero luego también cada cual las usa como quiere: como huida, simplemente para observar, para cotillear, para investigar, etc. En fin, que no son una sola cosa, son muchísimas y todas nos están reflejando. 

¿Cómo querías transmitir este tipo de ideas? O más bien, ¿eran ideas escritas para ti o para el lector? 

Escribir pensando en el lector me parece una quimera porque no hay un lector, sino varios. La figura del lector como algo uniforme no existe como tal. Yo siempre tengo claro cuando estoy escribiendo que estoy haciendo un libro para que sea leído, pero no pienso en un lector, pienso en mí misma como lectora. Pienso en que la narración me guste a mí y en que sea algo acabado. En “Las voces de Adriana” enseguida me di cuenta de que había un libro y lo trabajé.

¿Crees que fue arriesgada u original la estructura que escogiste (tres bloques narrativos)? ¿Se ha entendido bien?

Pues creo que en general sí. Cuando hay tres tonos en el libro, tres partes diferenciadas, siempre hay quien se queja. Creo que estamos excesivamente acostumbrados a narraciones muy lineales, con un mismo tono, monótonas en su composición. Siempre hay lectores para todo, lectores que te agradecen esa división y lectores que prefieren un libro de corte más convencional. Me he encontrado con lectores que no son excesivamente literarios a los que les ha gustado mucho el libro y lectores más literarios, de los que supones que van a entender mejor el juego, que no acaban de entrar. 

¿Está el lector algo infravalorado? Es decir, ¿se piensa que no va a entender bien? ¿O realmente la interpretación propia es igualmente válida? 

Yo valoro las lecturas de todos los lectores porque me parece que todos aportan algo. Para mí eso es indudable. Pero al mismo tiempo no pongo al mismo nivel, porque creo que es injusto, al lector más experto que al lector que está muy acomodado a leer solo un tipo de libro. Una cosa es el feedback que pueden dar de un libro, que creo que es muy valioso, y otra cosa es la opinión de un crítico/crítica, que sabe situar al libro dentro de un panorama, que sabe señalar cosas más técnicas y que tiene una lectura más en profundidad. Entonces, ¿es todo válido? Sí. ¿Pero vale todo igual? No. Para mí, desde luego.

La novela habla de la gestión individual de un sentimiento universal. ¿Crees que has conseguido darle voz? 

La sensación que tengo es que sí: por todo lo que hemos hablado antes acerca del lector. Hay una cosa que un lector siempre ve: la vibración del libro (o casi siempre, hay veces que no entras y no pasa nada). Sí que estoy teniendo la experiencia de gente que está atravesando pérdidas que me está escribiendo. 

¿Cuáles son las voces que habitan en ti, es decir, tu inspiración? 

Para mí es muy importante la voz del espacio. Los espacios tiran de mi narración. En mi primer libro, “La ciudad en invierno”, lo primero que vi fue la Valencia de mi infancia, que empezó a querer ser escrita. O en mi novela “La trabajadora”, antes de empezar a escribir, tenía en la cabeza imágenes de ciudad, de Madrid, de los edificios rojos de ladrillo, que muchas veces los imaginaba como si tuvieran un ritmo. Y, además de mis vivencias, que es una obviedad, a veces sí que me inspiro mucho lo que me cuenta la gente. Voy apuntando libretas con historias.

Proyectos futuros en mente... 

Tengo bastantes libros empezados, pero esto en mi vida siempre es así. Cuando el libro empieza a cobrar mucha forma, empiezo a trabajar en él y no pienso en ninguno más. Pero ahora mismo tengo, en teoría, un libro de cuentos, que igual tengo que tirar a la basura; un libro de crónica urbana, bastante avanzado, y también una novela en ciernes. 

Con un último “estaremos atentos”, la autora asegura que quizá termina tirándolo todo. Sin embargo, esperamos que no y que la escritura de Elvira Navarro siga emitiendo voces en nuestros diálogos externos y, especialmente, internos. Tras cerrar el libro y, asimismo, acabar la llamada, el eco de sus ideas llena el vacío de una habitación en silencio y, hoy, también nublada.

Publish the Menu module to "offcanvas" position. Here you can publish other modules as well.
Learn More.