Pedro Sánchez ha reiterado este lunes su intención de agotar la legislatura, a pesar del creciente desgaste de su figura política y la creciente desafección ciudadana hacia su Gobierno. En una comparecencia desde La Moncloa para hacer balance de su gestión, el presidente ha vuelto a envolverse en el discurso del victimismo personal, asegurando que resistirá las supuestas “campañas de acoso”, “mentiras” y “fango”, sin hacer autocrítica ni asumir responsabilidades políticas.
El jefe del Ejecutivo ha apelado a una responsabilidad “histórica” en el contexto europeo para justificar su permanencia en el poder, y ha acusado a quienes lo critican de actuar al servicio de “xenófobos”, “aislacionistas” y “autócratas”. Con tono mesiánico, ha señalado que el Gobierno está dispuesto a sacrificarse para proteger el “orden multilateral” frente a quienes, según él, desean “derrocar” ese sistema. Una vez más, Sánchez ha recurrido al lenguaje polarizador y maniqueo, presentando su Gobierno como único garante de la democracia.
Durante su comparecencia, Sánchez ha defendido la supuesta “contundencia” y “transparencia” de su Ejecutivo frente a los escándalos de corrupción, sin entrar en detalles sobre los casos más recientes que afectan a su entorno. Atribuyó las críticas a un clima de “ruido” permanente desde su llegada al poder en 2018, pero no hizo mención a las dudas que despierta su dependencia de los partidos separatistas y herederos del terrorismo para sostener la legislatura.
En lugar de ofrecer soluciones reales a los problemas que afectan a los españoles —como la inseguridad, el paro juvenil, la crisis de la vivienda o la presión fiscal asfixiante—, el presidente optó por insistir en conceptos abstractos como una “economía más justa” o la “emergencia climática”, sin aportar medidas concretas ni resultados verificables.
Sánchez también aprovechó su intervención para arremeter contra el Partido Popular y VOX por criticar su silencio inicial tras la denuncia por acoso sexual que afecta a Francisco Salazar, exasesor de Moncloa y militante del PSOE. Rechazando cualquier tipo de crítica, el presidente sostuvo que “la contundencia contra el abuso” tiene unas siglas: las del PSOE, ignorando el hecho de que su Gobierno ha protegido durante años a condenados por delitos sexuales, como los beneficiados por la ley del “solo sí es sí”.
Con una retórica partidista y excluyente, Sánchez afirmó que “los progresistas siempre han abierto camino” en materia de igualdad, en alusión a leyes como la del aborto o la violencia machista. No dudó en señalar que “no aceptará lecciones” de quienes, a su juicio, “votan en contra de los avances” o “pactan con quienes cuestionan la violencia contra las mujeres”, en una clara alusión a sus adversarios políticos, obviando que ha pactado con fuerzas abiertamente contrarias al orden constitucional.
Pese a reconocer que su Gobierno ha cometido “errores, como todos”, Sánchez se negó a asumir ninguna responsabilidad concreta y redobló su discurso polarizador. Con una actitud desafiante, se presentó como el único líder capaz de dirigir al país en un “momento histórico” y aseguró estar lleno de “energía” y “convicción” para continuar la legislatura, incluso si eso implica gobernar contra la mitad de los españoles.