Detectado el agujero negro más antiguo jamás confirmado

Detectado el agujero negro más antiguo jamás confirmado

Astrónomos del Centro Frontera Cósmica de la Universidad de Texas han confirmado el agujero negro más antiguo jamás identificado, situado a 13.300 millones de años luz, cuando el universo apenas contaba con el 3% de su edad actual. Este hallazgo abre una ventana única al estudio de los orígenes cósmicos y la evolución temprana del universo.

El objeto, ubicado en la galaxia CAPERS-LRD-z9 y observado mediante el telescopio espacial James Webb, representa un punto de inflexión en la capacidad tecnológica para detectar los vestigios más remotos del cosmos. Según Anthony Taylor, investigador principal del equipo, se trata de “una frontera extrema para lo que la tecnología actual puede detectar”.

El descubrimiento se ha basado en la identificación de una señal espectroscópica inequívoca, fruto del gas que gira a altísima velocidad en torno al agujero negro. La técnica utilizada consiste en descomponer la luz en sus longitudes de onda para detectar el desplazamiento hacia el rojo y el azul, propio de los movimientos extremos del gas alrededor de estos objetos.

La galaxia en cuestión forma parte de una nueva y desconcertante clase de galaxias bautizadas como "Pequeños Puntos Rojos", presentes únicamente durante los primeros 1.500 millones de años tras el Big Bang. Su brillo inusitado, en un momento en el que no deberían albergar tantas estrellas, ha llevado a los científicos a pensar que la energía emitida procede más bien de la actividad de agujeros negros supermasivos.

El caso de CAPERS-LRD-z9 confirma esta hipótesis: el agujero negro localizado tiene una masa estimada de hasta 300 millones de veces la del Sol, una cifra colosal si se compara con la corta edad del universo en ese momento. De hecho, equivale a la mitad de toda la masa estelar de su galaxia anfitriona.

Esta desproporción desafía los modelos actuales sobre la formación y el crecimiento de los agujeros negros, ya que uno tan masivo apenas 500 millones de años después del origen del universo no habría tenido tiempo suficiente para alcanzar ese tamaño si hubiera crecido progresivamente.

El color rojo intenso de estas galaxias también podría deberse a una densa nube de gas que rodea al agujero negro y filtra su luz. Comparaciones con otras galaxias apuntan a que este efecto es idéntico, reforzando la teoría de que estamos ante un fenómeno recurrente en las primeras etapas del cosmos.

El hallazgo ha sido publicado en The Astrophysical Journal y consolida al James Webb como herramienta clave en la exploración de los límites del universo observable. Según Steven Finkelstein, director del centro y coautor del estudio, estas observaciones indican que “los agujeros negros primitivos crecieron mucho más rápido de lo que creíamos posible, o bien que nacieron ya con una masa enorme”.

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